jueves, 16 de enero de 2014

Honrándolo con labios y corazón sinceros




Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 
Mateo 15:8.


Lectura: Mateo 15:1-20.  Versículo del día: Mateo 15:8.

MEDITACIÓN DIARIA

Definitivamente las apariencias engañan.  Sin embargo, a Dios no lo podemos engañar porque Él conoce muy bien lo que hay en el corazón de cada uno.  Nosotros, los humanos somos muy dados a dejarnos llevar por las caras y bien dice el dicho: ‘caras vemos, corazones no sabemos’.  El mismo Señor le hizo esta advertencia a Samuel cuando este creyó que Eliab el hermano mayor de David, era el elegido: “Samuel, no te fijes en su apariencia ni en su gran estatura. Éste no es mi elegido. Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo en el corazón” (1 Samuel 16:7).
Las palabras pueden ser muy bellas y muy elocuentes, pero si son diferentes a lo que en verdad hay en el corazón de nada sirven éstas, se quedarán solamente en el vacío. Como expresa la canción: ‘palabras tan solo palabras’ y se las lleva el viento.
Y es que hay muchos que se dicen cristianos cuando no lo son.  “Por sus frutos los conoceréis” dice la Biblia y aun así, pueden estar siempre en la iglesia sirviendo en diferentes ministerios e incluso llevando a otros a los píes del Señor y hacer múltiples obras, pero si en el fondo de su corazón, hay mentira e hipocresía de nada le sirve todo esto.  Recordemos que la salvación viene por gracia y no por obras (Efesios 2:8), y que podemos engañar a cuantos queramos pero a Dios no lo podemos engañar. Si tomamos por ejemplo el pecar deliberadamente solamente porque sabemos que el Señor nos perdona y nos dejamos llevar fácilmente por la naturaleza pecaminosa, estamos demostrando que de cristianos no tenemos nada.  De labios se le honra pero con las actuaciones se le deshonra.  No nos digamos mentiras, todos en algún momento no hemos sido sinceros con el Señor.  ¿Cuántas veces le alabamos y le adoramos con los labios, pero nuestro corazón está alejado de Él?
Aprendamos a actuar de acuerdo a lo que hablamos.  Que de nuestro corazón salga también lo sincero y lo puro; no finjamos lo que en verdad no somos.  Empecemos por ser sinceros con nosotros mismos. 

Amado Señor: Gracias Señor porque en este caminar contigo, estamos en un continuo aprendizaje y hoy nos enseñas a buscarte sinceramente; a amarte con todo el corazón, con toda el alma y todo nuestro ser.  Queremos honrarte como lo mereces: tanto de labios como de corazón y amar al prójimo del mismo modo, con labios no fingidos.

Un abrazo y bendiciones.

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