Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.Mateo 15:8.
Lectura: Mateo
15:1-20. Versículo del día: Mateo 15:8.
MEDITACIÓN DIARIA
Definitivamente las
apariencias engañan. Sin embargo, a Dios
no lo podemos engañar porque Él conoce muy bien lo que hay en el corazón de
cada uno. Nosotros, los humanos somos
muy dados a dejarnos llevar por las caras y bien dice el dicho: ‘caras vemos,
corazones no sabemos’. El mismo Señor le
hizo esta advertencia a Samuel cuando este creyó que Eliab el hermano mayor de
David, era el elegido: “Samuel, no te fijes en su apariencia ni en su gran
estatura. Éste no es mi elegido. Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo
en el corazón” (1 Samuel 16:7).
Las palabras pueden ser
muy bellas y muy elocuentes, pero si son diferentes a lo que en verdad hay en
el corazón de nada sirven éstas, se quedarán solamente en el vacío. Como expresa
la canción: ‘palabras tan solo palabras’ y se las lleva el viento.
Y es que hay muchos que
se dicen cristianos cuando no lo son.
“Por sus frutos los conoceréis” dice la Biblia y aun así, pueden estar
siempre en la iglesia sirviendo en diferentes ministerios e incluso llevando a
otros a los píes del Señor y hacer múltiples obras, pero si en el fondo de su
corazón, hay mentira e hipocresía de nada le sirve todo esto. Recordemos que la salvación viene por gracia
y no por obras (Efesios 2:8), y que podemos engañar a cuantos queramos pero a
Dios no lo podemos engañar. Si tomamos por ejemplo el pecar deliberadamente
solamente porque sabemos que el Señor nos perdona y nos dejamos llevar
fácilmente por la naturaleza pecaminosa, estamos demostrando que de cristianos
no tenemos nada. De labios se le honra
pero con las actuaciones se le deshonra.
No nos digamos mentiras, todos en algún momento no hemos sido sinceros
con el Señor. ¿Cuántas veces le alabamos
y le adoramos con los labios, pero nuestro corazón está alejado de Él?
Aprendamos a actuar de
acuerdo a lo que hablamos. Que de
nuestro corazón salga también lo sincero y lo puro; no finjamos lo que en
verdad no somos. Empecemos por ser
sinceros con nosotros mismos.
Amado Señor: Gracias
Señor porque en este caminar contigo, estamos en un continuo aprendizaje y hoy
nos enseñas a buscarte sinceramente; a amarte con todo el corazón, con toda el
alma y todo nuestro ser. Queremos honrarte
como lo mereces: tanto de labios como de corazón y amar al prójimo del mismo modo,
con labios no fingidos.
Un abrazo y
bendiciones.
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