Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido?Mateo 25:26.
“Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y
perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he
esparcido?
Mateo 25:26.
Lectura: Mateo
25:14-30. Versículo del día: Mateo 25:26.
MEDITACIÓN DIARIA
En la parábola de las
diez monedas de oro o de los talentos, como más se le conoce, podemos ver lo
que Dios nos exige como administradores.
El dueño viajó y a cada
uno le entregó parte de sus bienes para que los administraran en su ausencia.
Uno recibió cinco mil monedas de oro, otro dos mil y el tercero mil. Al cabo del tiempo se presentó a pedir
cuentas y el que recibió cinco como el que recibió dos, las habían
multiplicado, mientras que el último, la enterró y no la puso a producir. El propietario
alaba y premia a los dos primeros pero al último, al que solo tenía mil monedas
le increpa: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he
sembrado y recojo donde no he esparcido?” (v.26). ¡Qué
mal estaba este siervo! No se puede cosechar donde no se ha sembrado. Si
queremos ver buenos frutos, tenemos que esparcir muy bien la semilla. Y no creamos que solo se refiere la parábola
en lo concerniente al dinero; también envuelve la administración de nuestro
talento, cuerpo, tiempo, nuestra familia e incluso los discípulos.
Meditemos sobre lo que
el Señor nos dio para administrar y reflexionemos cómo lo estamos manejando. Llegará
el momento en que estaremos en su presencia y nos pedirá las cuentas
respectivas. ¿Qué esperamos que nos
diga? “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré
a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (vv. 21 y 23);
o será que nos recriminará: “debías haber depositado mi dinero en el banco,
para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses”, “Y a ese siervo
inútil échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes”
(vv. 27 y 30).
La administración de
todo lo que el Señor nos ha dado no es un juego, es de ponerle mucha atención y
si no estamos haciendo las cosas bien, comenzar a ponerlas en su sitio para que
emprendamos a dar el fruto esperado por Dios, en cada una de las áreas con que
nos ha bendecido. Aprendamos a multiplicar lo que se nos ha entregado.
Amado Señor: Te damos
gracias por habernos escogido como siervos tuyos y por todos los bienes con los
que nos has cubierto. Te pedimos perdón, porque no hemos sabido ser buenos
administradores y se han dañado muchos frutos que hubiésemos podido recoger y
aumentar así la cosecha. Te rogamos
Señor, que nos enseñes a ser fieles contigo en todos los aspectos de nuestra
vida, para que podamos presentarnos ante ti sin reparo alguno y compartir la
felicidad completa a tu lado.
Un abrazo y
bendiciones.
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