domingo, 26 de enero de 2014

Multiplicando lo entregado



Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? 
 Mateo 25:26.


“Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? 
Mateo 25:26.
 


Lectura: Mateo 25:14-30. Versículo del día: Mateo 25:26.

MEDITACIÓN DIARIA

En la parábola de las diez monedas de oro o de los talentos, como más se le conoce, podemos ver lo que Dios nos exige como administradores.
El dueño viajó y a cada uno le entregó parte de sus bienes para que los administraran en su ausencia. Uno recibió cinco mil monedas de oro, otro dos mil y el tercero mil.  Al cabo del tiempo se presentó a pedir cuentas y el que recibió cinco como el que recibió dos, las habían multiplicado, mientras que el último, la enterró y no la puso a producir. El propietario alaba y premia a los dos primeros pero al último, al que solo tenía mil monedas le increpa: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido?” (v.26).   ¡Qué mal estaba este siervo! No se puede cosechar donde no se ha sembrado. Si queremos ver buenos frutos, tenemos que esparcir muy bien la semilla.  Y no creamos que solo se refiere la parábola en lo concerniente al dinero; también envuelve la administración de nuestro talento, cuerpo, tiempo, nuestra familia e incluso los discípulos. 
Meditemos sobre lo que el Señor nos dio para administrar y reflexionemos cómo lo estamos manejando. Llegará el momento en que estaremos en su presencia y nos pedirá las cuentas respectivas.  ¿Qué esperamos que nos diga? “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (vv. 21 y 23); o será que nos recriminará: “debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses”, “Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes” (vv. 27 y 30).
La administración de todo lo que el Señor nos ha dado no es un juego, es de ponerle mucha atención y si no estamos haciendo las cosas bien, comenzar a ponerlas en su sitio para que emprendamos a dar el fruto esperado por Dios, en cada una de las áreas con que nos ha bendecido. Aprendamos a multiplicar lo que se nos ha entregado.

Amado Señor: Te damos gracias por habernos escogido como siervos tuyos y por todos los bienes con los que nos has cubierto. Te pedimos perdón, porque no hemos sabido ser buenos administradores y se han dañado muchos frutos que hubiésemos podido recoger y aumentar así la cosecha.  Te rogamos Señor, que nos enseñes a ser fieles contigo en todos los aspectos de nuestra vida, para que podamos presentarnos ante ti sin reparo alguno y compartir la felicidad completa a tu lado.

Un abrazo y bendiciones.

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