viernes, 17 de enero de 2014

El mensaje es la obra redentora del Señor




Entonces comprendieron que no les decía que se cuidaran de la levadura del pan sino de la enseñanza de los fariseos y de los saduceos. 
Mateo 16:12.


Lectura: Mateo 16:1-28.  Versículo del día: Mateo 16:12.

MEDITACIÓN DIARIA

En el capítulo anterior de Mateo, el Señor había advertido que los fariseos se preocupaban más por la tradición que por la Palabra de Dios y les increpa: “¡Hipócritas! Tenía razón Isaías cuando profetizó de ustedes: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.  En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas»” (Mateo 15:7-9). Y ahora vuelve advertir a sus discípulos que se cuiden de la enseñanza de ellos.  Considero que la advertencia va para todos nosotros: cuidémonos de recibir enseñanzas contrarias a la Palabra de Dios. Muchas veces nos equivocamos y no nos dejamos guiar por el Espíritu Santo y ahí surgen las contradicciones.
Respecto a lo que se ha desatado últimamente en mi país por las palabras de una pastora, tanta controversia y duda no ha dejado más que un sinsabor amargo en toda la Iglesia cristiana.  Considero que lo mejor es ir directamente a la Palabra de Dios y sustentarnos con lo que ella dice.  
Cuando el Señor expiró el velo del templo se rasgó en dos de arriba a abajo (Mateo 27:50-51). El velo del templo se rasgó precisamente para que todo lo ordenado a los sacerdotes en el Antiguo Testamento nos demostrara que ya no había necesidad de ello. El acceso al Lugar Santísimo estará disponible para todos: “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo” (Hebreos 10:19-20).  No podemos quedarnos bajo los parámetros de la ley; en el Libro de Levíticos aprendemos precisamente sobre las leyes que regían antes de la venida del Señor. “La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades” (Hebreos 10:1). Si volvemos a lo mismo, de nada habría servido el sacrificio del Señor Jesucristo;  con el sacrificio anual de los sacerdotes del antiguo Testamento, se limpiaban los pecados cometidos por el pueblo de Israel. Ahora nosotros ya no necesitamos de la sangre de machos cabríos ni de toros; somos santificados por la sangre derramada del Gran Cordero inmolado. Su sacrificio ofrecido una vez y para siempre (Hebreos 10:10), para librarnos del pecado y para convertirnos en su templo: “¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios” (1 Corintios 6:19-20).

Amado Señor: Enséñanos a comprender estas verdades y entender que tu Palabra es una sola y en ella no hay contradicción  alguna. Permite que tu Santo Espíritu nos dirija en todo momento y aprendamos a  no salirnos del contexto principal que es la obra redentora tuya por la humanidad.

Un abrazo y bendiciones.

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