lunes, 31 de diciembre de 2012

¡Gracias mi Buen Señor!



Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre.  Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.  Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias;  él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas.
Salmo 103:1-5.

Se termina el año Señor y a las doce de la noche comenzamos uno nuevo.  Uno que desde ahora dejo en tus manos porque el futuro te pertenece a ti.  El pasado es la experiencia que me queda de lo vivido y realizado.  Sin embargo mi Señor: mi presente es hoy, ahorita, en este instante en que me encuentro y no puedo separar el pasado de este año, con el momento de hoy.  No lo puedo separar mi Dios, porque sería necio de mi parte no recordar lo que hiciste por mí en este lapso cuando estuve al borde de la muerte y con tu mano poderosa me sacaste y me arrebataste de las garras del sepulcro. ¡Cómo olvidar tu inmenso amor!  ¡Cómo no proclamar tu misericordia y poder!  Te doy gracias mi Señor por tu bondad; tu inmensa bondad que solo comprendemos cuando estamos ante una crisis, pero que quizá la más difícil de todas es precisamente la que tiene que ver con nuestra vida. Todavía no había llegado el momento de llamarme a tu presencia.  Ahora sé que tienes un propósito mayor conmigo y aun no lo he podido descifrar.   Tengo metas más altas que cumplir y solo te pido que me des la sabiduría, el discernimiento y el deseo de hacer tu voluntad. 
En el 2012  muchos de mis propósitos se quedaron en el papel; te pido perdón por ello mi Señor. No quiero que me suceda igual en el nuevo año y desde ahora a través de este devocional pongo ante ti todos mis proyectos y anhelos para que seas tú dirigiéndome y llevándome a alcanzarlos.  No quiero ni por un segundo ir suelta de tu mano; agárrame fuerte Señor; reconozco mis defectos y debilidades pero también sé, que solamente contigo puedo llegar a la cima y siempre estás presto a acompañarme y no dejarme sola. 
Permite que cuando esté abatida y adolorida, sienta tus brazos meciéndome y acunándome bajo tu regazo.  Lleva mis lágrimas a la redoma tuya para que allí se conviertan en perlas codiciadas por cuantos las han podido vislumbrar a mi lado.
No tengo más palabras para decirte, solo sale de mi mente y corazón un infinito grito de adoración exclamando sinceramente: ¡GRACIAS MI BUEN DIOS!

Un abrazo fuerte para todos.  El Señor Jesús derrame ricas bendiciones en el año que comienza.

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