En el crisol se prueba la plata; en el horno se prueba el oro;...
Proverbios 27:21.
Lectura diaria: Proverbios 27:1-27. Versículo principal: Proverbios 27:21
REFLEXIÓN
¿Y nosotros cómo nos probamos?
Los humanos hacemos planes: ponemos aquí, quitamos allá, y en esto las mujeres
somos expertas. Sin embargo, nunca
sabemos cuál será el destino que el Señor nos tiene preparado (v. 1), y en esas
volteretas lo que Dios está realizando es precisamente perfeccionar el carácter de Cristo en
nosotros para conocer nuestra reacción.
Al leer el libro “Cuando lo que Dios hace no
tiene sentido” del Dr. James Dobson, pensé: “Sí Señor, es ilógico que trates
así a lo que te aman y siguen. Pero hoy,
después de conocer su grandeza y poder
me di cuenta de que, nosotros no sabemos ni siquiera adónde vamos, ¡pero Dios sí
y de qué manera! Coincido con el autor
al afirmar que “lo que Dios hace tiene sentido aun cuando no lo tenga para
nosotros”.
Miremos tan solo un ejemplo en la
Biblia: el de Abraham; Dios a pesar de su vejez les prometió a este hombre de
fe y a su esposa Sara tener un hijo.
Hasta ahí todo muy bien; pero ¿qué sucedió cuando Dios le habló nuevamente
y esta vez para reclamárselo? (Génesis 22:1-12). Considero que no debió ser
nada agradable esta noticia, máxime si se trataba del hijo de la promesa. ¡Esto no tiene sentido! Podemos gritar, pelear, refunfuñar pero nada
cambiará el parecer de Cristo y no queda más que someterse a su voluntad. Abraham fue obediente a Dios y estuvo
dispuesto a entregarle a su único hijo.
Su obediencia fue premiada y no hubo tal sacrificio. Dios también le había prometido a Abraham una
descendencia numerosa que saldría precisamente a través de Isaac, entonces,
¿por qué le pedía a su hijo?
Aparentemente todo se torna oscuro pero dentro de los planes de Dios, contaba
desde ya con la promesa hecha a Abraham en Génesis 12:3: “¡por medio de ti
serán bendecidas todas las familias de la tierra!”. Con el Señor Jesucristo proveniente de la
tribu de Judá, se cumplió lo prometido: el mundo sería bendecido al encontrar
la salvación en Él. Pedro lo confirma en Hechos 3:25-26: “Ustedes,
pues, son herederos de los profetas y del pacto que Dios estableció con
nuestros antepasados al decirle a Abraham: 'Todos los pueblos del mundo serán
bendecidos por medio de tu descendencia'. Cuando Dios resucitó
a su siervo, lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que cada
uno se convierta de sus maldades”.
Si volvemos al
comienzo de nuestro ejemplo, podemos notar que en todo este relato se encierra
tanto la soberanía de Dios, como el querer probar a su amigo
Abraham. De igual modo sucede con
nosotros cuando no le vemos salida a las adversidades y ni siquiera las
entendemos porque no les hallamos sentido a lo que nos está pasando; pero Dios sí sabe adónde quiere
llevarnos: Él es fiel en completar en cada uno la buena obra que empezó, además
esas pruebas serán el motivo para
exaltar su nombre cuando su luz brille en medio de la oscuridad. “¡Mira! Te he
refinado pero no como a la plata; te he probado en el horno de la aflicción”
Isaías 48:10. Entonces, cuando esto
sucede, después de la aflicción podemos
exclamar: ¡Definitivamente, lo que Dios hace sí tiene sentido!
Gracias
Señor, porque si no fuera por las pruebas que pasamos no podríamos darte honor
y gloria a ti. ¡Todo lo tuyo es perfecto!
Un abrazo y
bendiciones.
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