Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra y que no hay otro.Deuteronomio 4:39.
Lectura diaria: Deuteronomio
4:32-40. Versículo principal: Deuteronomio
4:39.
REFLEXIÓN
El Señor Dios nos dejó sus
mandamientos para cumplirlos, pero poco a poco y con las épocas que van
avanzando, el hombre se va olvidando de practicarlos. La postmodernidad, llena de alta tecnología pareciera
que en vez de permitir un acercamiento a Dios, lo alejara completamente hasta
el punto del ser humano creer que el avance de la ciencia es obra de sus manos,
desconociendo que quien da la sabiduría y la inteligencia es precisamente, el
Diseñador por excelencia.
Por otro lado, el hombre se
inventa cualquier ídolo o forma de desviarse y en lugar de buscar sinceramente
al Creador de universo, se va tras imágenes y ritos que no le van a dejar nada
bueno. “Pero sus ídolos son de oro y
plata, producto de manos humanas. Tienen boca pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden
oír; nariz,
pero no pueden oler; tienen manos, pero no pueden palpar; pies, pero no pueden andar; ¡ni un solo sonido emite su
garganta! Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos
los que confían en ellos” ( Salmo 115:4-8); Dios, es un Dios celoso (Duteronomio
5:24) y no quiere que haya nada ni nadie por encima de Él. Este es el primer mandamiento de su ley: “Yo
soy el Señor tu Dios… No tengas otros dioses además de mí. No hagas ningún ídolo ni nada que guarde
semejanza con lo que hay arriba en el cielo,…” (Deuteronomio 5:6-10).
No nos queda nada más que
reconocer que el único capaz de sacarnos adelante y de hacer grandes proezas en
nuestras vidas es el Señor. “A ti se te
ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay
otro. Obedece sus preceptos y normas que
hoy te mando cumplir” (vv. 39-40 en la lectura).
Volteemos los ojos al Dios de la
vida, nuestro Señor y Creador. Agarrémonos fuertemente de su mano, obedeciendo
sus preceptos y normas para que al final podamos decir como el Salmista: “La
gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre,
por causa de tu amor y tu verdad” (Salmo 115:1).
Gracias Señor por mostrarnos que
fuera de ti, no existe nadie más a quien podamos recurrir. Tú eres el Dios soberano y sublime. Nada de lo que nos ocurre se te escapa de las
manos ni te olvidas de las angustias de los tuyos. Reconocemos tu majestad; tú eres nuestro
escudo y nuestra ayuda y en ti confiamos Dios Todopoderoso.
Un abrazo y bendiciones.
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