Por tu nombre, Señor, dame vida; por tu justicia, sácame de este aprieto.Salmo 143:11.
Lectura diaria: Salmo 143:1-12. Versículo principal: Salmo 143:11.
REFLEXIÓN
Cuando nos acercamos en oración a
Dios y le hacemos nuestras peticiones, siempre esperamos su respuesta
positiva. El rey David, buscaba con
ahínco al Dios de su vida; se postraba ante Él y suplicante clamaba por todas
las adversidades que a diario se le presentaban. Diferentes Salmos nos lo muestran y este es
uno de esos: “Escucha, Señor, mi oración; atiende a mi súplica. Por tu fidelidad y justicia respóndeme” (v. 1). “Traigo a la memoria los tiempos de antaño,
medito en tus proezas, considero las obras de tus manos” (v. 5).
De igual manera nosotros día a
día podemos presentarle también las peticiones, sin escatimarle nada de lo que
estemos sintiendo. David, le clama con
angustia, con la misma que como humanos también padecemos: “Respóndeme pronto,
Señor, que el aliento se me escapa. No
escondas de mí tu rostro, o seré como los que bajan a la fosa” (v. 7). David, le lloraba y le gemía en tiempos de zozobra;
aun así, su corazón siempre estaba
dispuesto a acatar su voluntad aunque no fuera fácil, y le pedía porque esto se
hiciera realidad en su vida: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi
Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos” (v. 10). Le solicitamos
a Dios que si es posible nos responda pronto para que otros puedan contemplar
su gloria y convertirse: “¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente
reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás convirtiendo a ti su corazón!” (1
Reyes 18:37). No obstante, aceptar su
voluntad es algo fundamental; hay que entender que su voluntad es buena,
perfecta y agradable; y ahí sí nos toca decirle parecido a las palabras pronunciadas
por los amigos de Daniel, parafraseando de acuerdo a lo pedido: “El Dios al que
servimos puede librarnos de este trago amargo.
Pero aún si nuestro Dios no lo hace así, sepan que no honraremos a otro
Dios que no sea el nuestro” (Daniel 3:17-18).
¡Oh Señor! David, con un corazón parecido al tuyo suplicaba
por tu fidelidad y compasión, y para que le enseñaras el camino correcto para
hacer tu voluntad. Elías te rogaba que escucharas y respondieras
victoriosamente; Hoy, nosotros te pedimos que atiendas la súplica de todos los
que estamos unidos en oración para pedirte por la sanidad completa de mi primo. Señor: nos has dado tantos momentos de
felicidad, compartiendo juntos en medio de júbilo y algarabía que es imposible borrarlos de la mente.
Deseamos volver a vivirlos. Sin embargo,
sabemos que eres soberano y en tus manos está el otorgarnos este regalo o no. Nos sometemos a ti, Señor. Te queremos dar las gracias cualquiera sea tu
determinación y alabamos tu Nombre por siempre.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario