jueves, 6 de diciembre de 2012

Escucha Señor nuestra oración




Por tu nombre, Señor, dame vida; por tu justicia, sácame de este aprieto.  
 Salmo 143:11.


Lectura diaria: Salmo 143:1-12.  Versículo principal: Salmo 143:11.

REFLEXIÓN

Cuando nos acercamos en oración a Dios y le hacemos nuestras peticiones, siempre esperamos su respuesta positiva.  El rey David, buscaba con ahínco al Dios de su vida; se postraba ante Él y suplicante clamaba por todas las adversidades que a diario se le presentaban.  Diferentes Salmos nos lo muestran y este es uno de esos: “Escucha, Señor, mi oración; atiende a mi súplica.  Por tu fidelidad y justicia respóndeme” (v. 1).  “Traigo a la memoria los tiempos de antaño, medito en tus proezas, considero las obras de tus manos” (v. 5). 
De igual manera nosotros día a día podemos presentarle también las peticiones, sin escatimarle nada de lo que estemos sintiendo.  David, le clama con angustia, con la misma que como humanos también padecemos: “Respóndeme pronto, Señor, que el aliento se me escapa.  No escondas de mí tu rostro, o seré como los que bajan a la fosa” (v. 7).  David, le lloraba y le gemía en tiempos de zozobra; aun así,  su corazón siempre estaba dispuesto a acatar su voluntad aunque no fuera fácil, y le pedía porque esto se hiciera realidad en su vida: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos” (v. 10).   Le solicitamos a Dios que si es posible nos responda pronto para que otros puedan contemplar su gloria y convertirse: “¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás convirtiendo a ti su corazón!” (1 Reyes 18:37).  No obstante, aceptar su voluntad es algo fundamental; hay que entender que su voluntad es buena, perfecta y agradable; y ahí sí nos toca decirle parecido a las palabras pronunciadas por los amigos de Daniel, parafraseando de acuerdo a lo pedido: “El Dios al que servimos puede librarnos de este trago amargo.  Pero aún si nuestro Dios no lo hace así, sepan que no honraremos a otro Dios que no sea el nuestro” (Daniel 3:17-18).     

¡Oh Señor!  David, con un corazón parecido al tuyo suplicaba por tu fidelidad y compasión, y    para que le enseñaras el camino correcto para hacer tu voluntad. Elías te rogaba que escucharas y respondieras victoriosamente; Hoy, nosotros te pedimos que atiendas la súplica de todos los que estamos unidos en oración para pedirte por la sanidad completa de mi primo.  Señor: nos has dado tantos momentos de felicidad, compartiendo juntos en medio de júbilo y algarabía  que es imposible borrarlos de la mente. Deseamos volver a vivirlos.  Sin embargo, sabemos que eres soberano y en tus manos está el otorgarnos este regalo o no.  Nos sometemos a ti, Señor.  Te queremos dar las gracias cualquiera sea tu determinación y alabamos tu Nombre por siempre.

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: