jueves, 13 de diciembre de 2012

La soberanía de Dios es indiscutible



El Señor hace todo lo que quiere en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos sus abismos.  
 Salmo 135:6.


Lectura diaria: Salmo 135:1-21.  Versículo principal: Salmo 135:6.

REFLEXIÓN

Pensando en las preguntas que se nos ocurre hacerle a Dios, especialmente cuando pasamos por diversas pruebas, recordé una predicación del Pastor Darío Silva Silva.  Dios le responde a Job también con preguntas: “Quién es este que oscurece mi consejo con palabras carentes de sentido?  Prepárate a hacerme frente; yo te cuestionaré y tú me responderás” (Job 38: 2-3); y de ahí, hasta el capítulo 40 Dios lo cuestiona haciéndole entender su soberanía y majestad. “Hay preguntas de Dios que reclaman respuestas del hombre” Paul Tillich.  Dice el Pastor Darío: “La "Teología Sistemática", de Paul Tillich, puede concretarse en otra premisa: Hay preguntas del hombre que reclaman respuestas de Dios. En esa doble vía, Jesucristo se levanta como la Gran Pregunta y la Gran Respuesta, por igual”.
“Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?  Le respondieron: —Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas.  —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?  —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro” (Mateo 16:13-16).  Considero que en este pasaje se conjugan tanto pregunta como respuesta de quién es en verdad el Señor Jesucristo. 
Cuestionamos muchísimo a Dios, sin acordarnos de su soberanía total.  Acaso ¿quienes somos  para que el Dios creador del cielo y de todo cuanto existe haya puesto su mirada en nosotros? (Salmo 8:4). 
Entendiendo la soberanía de Dios y lo que hizo por la humanidad, al mandar a su propio Hijo a morir en una cruz para salvarnos de las garras del infierno, todas las preguntas existentes quedan excluidas. Personalmente, solo me basta con saber que como lo afirmó Pedro, Jesucristo es el Hijo del Dios viviente y que no encuentro otro camino porque también diré como él: ¿A quién iré?  Si solo tú tienes palabras de vida eterna. 
De ahora en adelante cuando lleguen los porqués, le daré gracias a Dios porque ante mi pecado el Señor Jesucristo ha sido la gran respuesta a mi vida trajinada. 

Amado Señor: Te pido que nos hagas entender tu soberanía total en nuestras vidas y comprendamos que solamente con tenerte a ti nos basta.  No somos merecedores de tu gracia y aun así, Tú siempre nos miras con ojos de ternura y amor sin igual.  ¡Gracias mi Señor!

Un abrazo y bendiciones.  

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