viernes, 1 de julio de 2011

El temor del Señor

El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina.
Proverbios 1:7.


Lectura diaria: Proverbios 1:1-33. Versículo para destacar: Proverbios 1:7.


ENSEÑANZA


Salomón nos enseña que debemos temer y confiar en el Señor. El temor de Dios no es un temor de miedo, de un Dios de castigo; es un temor reverente que nos permite acercarnos a Él como a un buen Padre, con confianza y respeto. La palabra temor aquí la podemos descifrar más bien como adoración y obediencia: “Quien teme al Señor aborrece lo malo” (Pr. 8:13); “Dichoso el que teme al Señor y halla gran deleite en sus mandamientos” (Sal. 112:1). Quien aborrece el mal, y se goza en complacer a su Señor, tendrá por consiguiente muchas bendiciones. Así que el verdadero “Temor del Señor” está lleno de promesas para quienes lo practican. Veamos algunas de ellas: “Teman al Señor, ustedes sus santos, pues nada les falta a los que le temen” (Sal. 34:9); “Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen” (Sal. 31:19); “Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra” (Sal. 103:11). El temor del Señor nos cubre y libra del mal: “El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos”.

Por último, quiero dejarles un pasaje que encierra una profunda enseñanza de lo que nos deja el temor del Señor en un hogar: “Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad. En el seno de tu hogar, tu esposa será como vid llena de uvas; alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo. Tales son las bendiciones de los que temen al Señor” (Sal. 128:1-4). Es importante sentir a Dios diariamente, saber que está a nuestro lado; que las decisiones que tomamos están dirigidas por Él. Busquemos siempre agradar a nuestro Padre celestial con el temor relevante que debemos ofrecerle ya que nos ha adoptado como sus hijos. Él es el Rey de reyes, Señor de señores; el Altísimo, Sublime y Omnipotente Dios.


Te invito a acogerte bajo sus alas; allí encontrarás el refugio que necesitas, al igual que los pollitos bajos las alas de su madre. Podemos orar así:


Señor Jesús: Yo te necesito, te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados y toma el control del trono que ahora yo presido, para que hagas de mí, la persona que deseas que yo sea. Gracias Jesús, por perdonarme y limpiarme; gracias por permitirme conocerte con un temor reverente y gracias por llevarme de la mano contigo hacia la vida eterna. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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