jueves, 30 de junio de 2011

Posesión digna

Por su parte, hoy mismo el Señor ha declarado que tú eres su pueblo, su posesión preciosa, tal como lo prometió. Obedece pues, todos sus mandamientos.
Deuteronomio 26:18.


Lectura diaria: Deuteronomio 26:16-19. Versículo para destacar: Deuteronomio 26:18.


ENSEÑANZA


Somos el pueblo adquirido por Dios, ¡posesión preciosa se nos dice! El Señor lo declara así. Debemos jactarnos de ese trato tan especial de quien es el verdadero Rey del universo. ¿Cómo nos gustaría que por ejemplo la reina de Inglaterra o los príncipes nos tuvieran en cuenta? ¿A cuántos no nos hubiese gustado tener en la mano la invitación a la boda del príncipe William? Y si fuese así, muy seguramente sacaríamos pecho y muy pedantes les daríamos a conocer a los demás dicho privilegio. Pues bien; nosotros, los creyentes en el Señor Jesucristo somos herederos del mejor de los reinos, del reino celestial (Gál. 3:29); y Dios nuestro Padre, está súper orgulloso de llamarnos sus hijos (Jn. 1:12). Somos su posesión preciosa. Lo prometió y lo cumplió. Todas sus promesas son fieles y llegan en el momento adecuado, ninguna llega tarde.


Lo triste es que no nos apropiamos de lo nuestro, de lo que nos pertenece como hijos y al revés, vamos por el mundo mendigando amor, comprensión, riqueza y fama. De ninguna manera Dios nos quiere ver derrotados, cabizbajos ni débiles porque dice: “El Señor ha declarado que te pondrá por encima de todas las naciones que ha formado, para que seas alabado y recibas fama y honra” (v. 19). Pasaremos situaciones difíciles como decía Pablo: “Nos vemos atribulados en todo pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos pero no abandonados; derribados pero no destruidos” (2 Co. 4:8-9). Estoy convencida, que todo lo que nos pueda llegar disfrazado de mal, solamente es para que cada día nos volteemos al Señor con más ahínco y Él ir perfeccionando en nosotros la obra que comenzó. Simplemente como buenos hijos suyos, sigamos adelante obedeciendo sus preceptos, esperando no solamente el día glorioso en que nos encontremos cara a cara con Él, sino también esperando la restauración completa que llegará tal como lo prometió, sea en el campo que sea. Así que por ahora, lleva muy orondo el manto que vistes como “posesión digna” del hijo del Rey de reyes y Señor de señores. Nadie está por encima de Él.


¿Quieres incorporarte dentro de ese reino? Es muy fácil, solamente tienes que hacer una sencilla oración a Jesús entregándole tu vida. Te puedo guiar con una, pero lo puedes hacer con tus propias palabras; lo importante es la actitud de tu corazón, la sinceridad con que la hagas:


Amado Jesús: Yo te necesito y te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Ven a mí, perdona mis pecados y hazme de acuerdo a tu santa voluntad. Gracias Señor porque sé que eres un Dios fiel y cumples lo que prometes. Gracias por hacerme partícipe de tu reino celestial. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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