sábado, 4 de junio de 2011

La tristeza que lleva al arrepentimiento

La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte.
2 Corintios 7:10.


Lectura diaria: 2 Corintios 7:1-16. Versículo para destacar: 2 Corintios 7:10.


ENSEÑANZA


Cuando el Espíritu Santo toca a una persona y la redarguye de pecado la lleva directamente a arrepentirse genuinamente y derramarse en llanto completo a los píes del Señor. Esto sucede al reconocer el amor sublime de Dios y la misericordia tan grande que tiene por él. No ocurre igual con la tristeza del mundo; esta es de desolación, amargura y sufrimiento creando un estado de desánimo y de depresión, lo cuales nos dirigen a hacer lo que Dios no espera de nosotros como el descontento, los reproches, la desconfianza y desilusión entre otros, y Dios no quiere ver a nadie sumido en ellas sino a confiar plenamente en Él.

La tristeza que proviene de Dios nos deja al final, descansados, plácidos y libres de los pesos que el maligno quería hacernos cargar. Esa tristeza se convierte en gozo duradero con la certeza plena de tener la salvación. El Espíritu de Dios entra entonces, a jugar un papel predominante en la vida y nos inunda con todo el poder de su fruto para que aprendamos a vivir de manera plena y segura en sus caminos. La tristeza que proviene de Dios, es la que muchos no logran entender cuando el cristiano quiere hacer las cosas a la manera de su Señor, porque es la que desborda como lo dice Pablo más adelante: en el empeño, el afán por disculparse, en el anhelo y la disposición para ver que se haga justicia (v. 11) y además, en el deseo de que se conozca a Jesús como el canalizador de la salvación. Como decía David “El celo por tu casa me consume” (Sal. 69:9) y esto no es fácil de entender entre los del mundo; para ellos somos paranoicos, obsesivos, fanáticos y se nos tilda incluso de locos. No importa, compartimos la tristeza del Señor por el pecador y su afán porque todos lleguen al arrepentimiento que es en conclusión, el mensaje de las Buenas Nuevas.


Quizá, estás cargado de pecados y de culpas; Jesús quiere ofrecerte una nueva vida con Él, ¿quieres aceptarla? Te invito a orarle de este modo:


Señor Jesucristo: Sé que soy pecador y estoy arrepentido por ello; hoy entiendo que tu bendita sangre me limpia de todos mis pecados y te acepto en mi vida como mi único Señor y Salvador. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme; mi pasado no existe más porque tú haces de mí una nueva creatura. Gracias por darme una nueva vida contigo y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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