domingo, 5 de junio de 2011

Practicar la generosidad

Procuren también sobresalir en esta gracia de dar.
2 Corintios 8:7b.


Lectura diaria: 2 Corintios 8:1-15. Versículo para destacar: 2 Corintios 8:7b.


ENSEÑANZA


La generosidad es uno de los dones que trae mayor retribución. Dios no se queda con nada guardado y no solo bendice al dador sino que también lo hace a través de su descendencia. Hay que aprender también humildad para recibir lo que otros quieren ofrecer por insignificante que parezca. Cuando la viuda dio su ofrenda, pudo ser pequeña pero lo hizo con todo su corazón y esto es lo que vale (Lc. 21:1-4). Siempre recordaré aquel niño que fue al cumpleaños de mi hijo cuando aún este era pequeño y le llevó unos panes; no tenía más que dar. Gracias a Dios, mi hijo supo valorar su cariño y para él fue uno de los más preciados regalos.

Pablo admiraba a los corintios por igual razón, no era que tuvieran en cantidades pero de ellos fluía el gran deseo de compartir con los demás: “En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad” (v. 2). Pablo también recuerda las palabras del Señor Jesucristo: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch. 20:35). Así es; el dar produce una sensación de alegría indescriptible y cada vez que tengamos la oportunidad, practiquemos esta actitud; no dando por dar o por callar la conciencia sino “Porque si uno lo hace de buena voluntad, lo que da es bien recibido según lo que tiene, y no según lo que no tiene”; “Así habrá igualdad, como está escrito: “Ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba” (vv. 12 y 15). Seamos generosos de acuerdo a nuestra capacidad, no importa que sea poco, Dios lo retribuirá al ciento por uno.


Si te queda difícil ser generoso, el único que puede ir cambiando tu sentir es el Señor Jesús. Si no le conoces te lo quiero presentar; está a la puerta de tu vida y desea entrar a vivir contigo. ¿Deseas darle paso? Te sugiero la siguiente oración:


Amado Jesús: Yo te necesito y te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador personal. Perdona mis pecados y hazme de acuerdo como quieres que yo sea. Enséñame a ser generoso con mi prójimo y dame la vida eterna que ofreces. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme y darme el gozo inefable de la salvación. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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