martes, 14 de junio de 2011

Mi motivo mayor eres Tú

Él es el motivo de la alabanza; él es tu Dios, el que hizo en tu favor las grandes y maravillosas hazañas que tú mismo presenciaste.
Deuteronomio 10:21.


Lectura diaria: Deuteronomio 10:10-22. Versículo para destacar: Deuteronomio 10:21.


ENSEÑANZA


Nuestro mayor motivo, nuestro eje principal debe ser el Señor. No se pueden ocultar todas las hazañas que ha hecho a favor nuestro (no yo, por lo menos). Él es nuestro Dios y Creador. Es el eje de la historia y quien no le importó dar su vida en rescate por la humanidad. ¿Cómo no amarlo? El solo hecho de conocerlo, de tener vida, es una muestra excelsa de su poder y amor. Y… ¿Qué pide Él a cambio? Que le temamos y andemos en todos sus caminos, que lo amemos y sirvamos con todo el corazón y con toda el alma” (v. 12); “Por lo tanto despójate de lo pagano que hay en tu corazón, y no seas terco” (v. 16). Para temerlo y tenerlo como lo Mayor, para amarlo y servirle, hay que buscarlo y seguirle como al enamorado eterno, como dice Cantares, ir tras Él: “Ve tras la huella del rebaño y apacienta a tus cabritos junto a la morada de los pastores” (Cnt. 1:8), no seguir vagando de un lado para otro sin tener un rumbo determinado. El Señor es el Pastor por excelencia.

Cuando recibimos a Cristo Jesús en el corazón, venimos a ser parte del verdadero rebaño, su Iglesia amada, la novia que Jesús desposará en “Las bodas del Cordero” y que desea llegue limpia y sin mancha alguna a su encuentro. Por eso no puede existir un motivo mayor que el de anhelar estar a su lado siempre y agradarle de la mejor manera. Él es nuestro motivo mayor: “¡Cuán hermoso eres, amado mío! ¡Eres un encanto!” (Cnt. 1:16).


Ahora te pregunto ¿Deseas buscar su huella y seguirle? ¿Quieres que Jesús sea tu enamorado eterno? ¿Que sea el motivo mayor en tu vida? Si así es, te invito a hacer la siguiente oración:


Amado Jesús: Quiero convertirte en el eje principal de mi vida y que seas mi Señor y Salvador personal. Sé que soy pecador y te pido perdón por ello; ven a morar conmigo y enamórame de ti cada día más. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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