martes, 7 de junio de 2011

No abandonar la lucha

Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.
2 Corintios 10:4.


Lectura diaria: 2 Corintios 10:1-6. Versículo para destacar: 2 Corintios 10.4.


ENSEÑANZA


El cristiano se enfrenta a muchas luchas: unas personales, otras familiares, y otras con particulares. En cualquiera de éstas, debe tener en cuenta que tiene todo el potencial disponible de parte de Dios, para salir victorioso. Nuestra lucha no es contra sangre o carne sino contra los poderes de las tinieblas que son las que gobiernan este mundo (Ef. 6:12). Si estamos luchando contra un vicio que nos tiene esclavizados, o contra la rebeldía de un hijo o contra el problema de un vecino, debemos cogernos fuertemente del Señor y apropiarnos de lo que nos dice en su Palabra. La mujer juega un papel muy importante en la guerra espiritual de su familia. Recordemos que en Jeremías 1:9-10, Dios nos da autoridad sobre naciones y reinos para “arrancar y derribar, para destruir y demoler”, toda artimaña de Satanás contra nosotros o contra algún miembro del hogar. Hay que arrancar, derribar, destruir y demoler toda fuerza de vicio, ira, rebeldía, odio, egoísmo, altivez, engaño, prepotencia, amor al dinero, etc. Hay que arruinar por completo aquello que vemos está haciendo daño y no permite que gocemos de la paz y el bienestar que Dios quiere ofrecernos. Quizá pase tiempo sin ver los resultados, pero no hay que desfallecer, hay que seguir adelante pidiéndole al Señor que es Todopoderoso, “plantar y construir” su perfecta voluntad. La guerra no se gana en la primera batalla, debemos aprender a interceder diariamente por aquello que se está interponiendo en la relación personal con el Señor. Tenemos la armadura de Dios en nuestras manos, utilicémosla y tomemos el lugar que nos corresponde en la guerra espiritual.

Jesús, es el único que puede transformar vidas; Él es Dios todopoderoso y quien venció a Satanás con su muerte y resurrección. Está presente, para que si es tu deseo le aceptes. Podemos orarle de esta manera:

Señor Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te pido que seas mi Señor y mi Salvador personal; perdona mis pecados, toma el control de mis actos y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a mí y perdonarme con tu preciosa sangre, y gracias porque contigo saldré victorioso ante las acechanzas del enemigo. En tu nombre Jesús, he orado, amén.

Un abrazo y bendiciones.

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