lunes, 13 de junio de 2011

El Señor marcha adelante

Pero tú, entiende bien que hoy el Señor tu Dios avanzará al frente de ti.
Deuteronomio 9:3.


Lectura diaria: Deuteronomio 9:1-6. Versículo para destacar: Deuteronomio 9:3.


ENSEÑANZA


Cuando estamos en situaciones adversas se nos olvida en quién hemos creído y queremos hacer las cosas a nuestro modo, sin permitirle al Señor moverse y terminar el asunto. El Señor le repitió al pueblo de Israel una y otra vez, antes de cruzar el Jordán y tomar posesión de la tierra prometida dos cosas: una que era Él quien estaba al frente de la batalla y otra que no desmeritaran su labor. Israel, igual que cualquiera de nosotros era un pueblo terco y desobediente; fácilmente olvidaba todos los favores recibidos y el despliegue de fuerza y poder que Dios les había manifestado para dejar atrás la esclavitud de Egipto, para alimentarlos y calmarles la sed; para perdonarlos una y otra vez. Sin embargo había que recordarles constantemente que no era porque en realidad merecieran toda esa deferencia sino porque era en realidad el pacto trazado a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob (vv. 5-6).

Dice Gálatas 3:16 lo siguiente: “Ahora bien, las promesas se le hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: “y a los descendientes”, como refiriéndose a muchos, sino: “y a tu descendencia”, dando a entender uno solo, que es Cristo”; “Y si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” (Gál. 3:29). Somos herederos también de una nueva tierra, conquistada con sangre, latigazos, espinas y dolor; tampoco por nuestros propios méritos, sino por la infinita misericordia de Dios que por encima de las transgresiones en que vivimos, nos mira con amor. “Tan cierto como que yo vivo –afirma el Señor omnipotente–, que no me alegro con la muerte del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva” (Ez. 33:11). Por eso lo que Dios desea es que todo el género humano llegue al arrepentimiento y que a pesar de las vicisitudes vividas, encuentre por fin la tierra prometida de la vida eterna otorgada a través de Jesucristo.


No sigas más por tu propio camino, voltea los ojos a Jesús y permítele, ser el Señor de tu vida. Él se encargará de enderezar tus pasos porque marchará al frente de ti para que empieces a gozar desde aquí, una nueva vida. Es muy fácil, solo tienes que reconocer tu indiferencia hacia Él y decirle que tome el trono de tu ser. Te puedo guiar con la siguiente oración:


Señor Jesucristo: Sé que soy pecador y te pido perdón por ello. Ahora entiendo que tu bendita sangre me limpia completamente y que mi pasado queda atrás. Te entrego mi vida para que tú tomes el control de ella y me lleves de tu mano hacia mi nueva tierra: la morada celestial que me tienes reservada. Gracias Señor por hacerlo, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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