viernes, 10 de junio de 2011

Algo sobre el amor conyugal

Goza de la vida con la mujer amada cada día de la fugaz existencia que Dios te ha dado en este mundo.
Eclesiastés 9:8.


Lectura diaria: Eclesiastés 9:7-10. Versículo para destacar: Eclesiastés 9:8.


ENSEÑANZA


Dios instituyó el matrimonio con el fin de llenar esas áreas que tanto hombre como mujer necesitan. Su deseo es que sea: “hasta que la muerte los separe”; desafortunadamente poco se cumple. Cuando dos personas, hombre y mujer deciden unir sus vidas, deben entender que se encontrarán cara a cara con los defectos del otro y que no va a ser el amor del “príncipe azul” o la “princesa rescatada” que conoció, y del cual se enamoró. Vendrán días felices, pero también llegarán tormentosos; no por ser cristianos los dos están exentos de problemas y yo diría que los primeros cinco años son los más difíciles, pues es el tiempo del acoplamiento, donde cada uno lleva su ego reinando en un trono del cual no quiere desprenderse. Nadie es perfecto mientras estemos en este cuerpo de corrupción y lo que tenemos son fallas en abundancia pero que poco a poco el Señor se encargará de ir eliminando. Lo importante entonces, es no perder el rumbo y entender que si existe verdadero amor, se puede llegar muy lejos: “El amor cubre todas las faltas” (Pro. 10:12b), y “Como llama divina es el fuego del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo” (Cnt. 8:6-7).

Dios, en su infinita sabiduría manda al hombre gozar la vida al lado de la mujer que Él le dio. En Proverbios 5:18-19 también Salomón lo recuerda de este modo: “¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. “¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo!”; “¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de agua por las plazas públicas? Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños”; “Para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos” (Pr. 5:16-17 y 10). No importa que los pasajes estén dirigidos al esposo, las mujeres también tenemos que aprender y no estamos excluidas de ellos. Pablo hablando acerca del matrimonio dice que ya no le pertenece al hombre su cuerpo sino a la mujer y viceversa, por consiguiente no se deben negar el uno al otro (1 Co. 7:4-5). Esposos: si su esposa es toda suya ámela y respétela como a su propio cuerpo, igualmente para las esposas. ¡Deléitense mutuamente en el amor que Dios les ha regalado!


Si estás pasando por una crisis matrimonial y no tienes a Cristo en tu vida, te invito a que le aceptes. El Señor puede enderezar aquello que no les permite vivir como pareja. No te puedo decir que será un lecho de rosas, recuerda que éstas por más bellas que sean tienen espinas; pero si te dedicas con delicadeza a quitarlas, estarán más apreciadas en tu mano. Si es tu deseo podemos orar así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Toma el control del trono de ella, perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Jesús por hacerlo, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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