miércoles, 8 de junio de 2011

Reconoce que el Señor es Dios

Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro.
Deuteronomio 4:39.


Lectura del día: Deuteronomio 4:32-40. Versículo para destacar: Deuteronomio 4:39.


ENSEÑANZA


Israel fue el pueblo escogido por Dios. Con el nuevo pacto, cada uno de nosotros se convierte virtualmente en Israel. Así como una nación completa fue, es y seguirá siendo la consentida de Dios, del mismo modo cada uno de los creyentes, nacidos de nuevo a través del Mesías enviado, es precioso también para el Señor. “A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro fuera de él” (v.35). Como Dios le decía a su pueblo, ahora nos lo dice a nosotros con el nacimiento, la pasión, muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo “¿Ha sucedido algo así de grandioso, o se ha sabido alguna vez de algo semejante?” (v. 32b). El Señor permitió el nacimiento de un pueblo; lo instruyó, lo consintió, lo perdonó sin fin y lo liberó tanto del desierto como de la esclavitud, dándole un territorio firme donde brotaba la leche y la miel: la Jerusalén terrenal. De igual manera, también permitió que le conociéramos y naciéramos de nuevo para instruirnos, consentirnos y seguir perdonándonos también, hasta alcanzar por su bendita misericordia la obra terminada e ir a morar a la Jerusalén celestial. Es exactamente lo mismo: el mismo amor, el mismo perdón, la misma restauración.

¿Hay alguna muestra más contundente que nos dirija a pensar que el Señor no es Dios? Absolutamente no. Todos sus caminos son rectos y están allanados para que el hombre se encauce por ellos y le reconozca como Dios verdadero. El universo todo proclama la obra de sus manos (Sal. 19.1), su Nombre es imponente en toda la tierra y sin embargo, piensa y tiene en cuenta al hombre (Sal. 8), porque desea su salvación. ¿Quieres dejarte seducir por Él? No te arrepentirás; será la mejor decisión en tu vida, te lo aseguro. Si es así, te invito a orar conmigo:


Amado Jesús: Hoy reconozco que no hay otro Dios fuera de ti y que viniste a pagar por mis errores; te invito para que vengas a morar conmigo y seas mi Señor y Salvador. Perdona mis pecados, toma el control de mi vida y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por darme una nueva vida contigo; por perdonarme y limpiarme y por dirigirme a la Jerusalén celestial. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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