domingo, 26 de junio de 2011

Mi testimonio al respecto

He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.
Filipenses 4:11-12.


Lectura diaria: Filipenses 4:10-20. Versículos para destacar: Filipenses 4:11-12.


ENSEÑANZA


Personalmente, a lo largo de mi vida cristiana, ¡sí que he tenido que aprender al respecto! Dios día a día, en mi confección ha ido puliendo y sacando toda limaza que estuviera obstaculizando la obra en mí. Tengo que confesar que no es fácil, pero el Señor sabe porque nos hizo y desde el primer momento supo cuáles serían nuestros defectos; entonces, al hacerme su hija, quería convertirme en algo precioso para Él; por algo soy “la niña de sus ojos”. ¡Tan parecido a lo que hacemos nosotros con los hijos! Nada es por molestarlos; es por el amor que les profesamos que deseamos sean lo mejor en cualquier campo donde se muevan y en especial para que nadie tenga que reprocharles sus actuaciones y sufrir críticas y señalamientos con el dedo. Mi buen Padre celestial, es igual; no perdón, muchísimo mejor. En su infinita sabiduría tenía que cortar muchas cosas en mí y una de ellas era el orgullo. Me llevó a situaciones bien difíciles para que también lo doblegara y aprendiera a recibir. Siempre pensé que el dar no era nada dificultoso para mí y sinceramente no lo es. Mi problema radicaba en el recibir. Fui criada en un hogar donde nunca supe de escasez y al revés siempre se me inculcó que lamentarme estaba mal e iba en contra de mi dignidad y mucho menos que se me soltara la palabra “pedir”. Pues sí. En mi vida cristiana he tenido que pedir, he tenido que ponerme ropa usada; en muy buen estado y de personas demasiado especiales para mí, pero lo he tenido que hacer. En una palabra he tenido que RECIBIR; ¡y con cuánto cariño que me lo han brindado! Dios bendiga a todas esas personas y les multiplique al ciento por uno. Ahora que ha pasado la tormenta, le doy gracias al Señor, porque de no haberlo permitido, mi orgullo habría seguido elevándose y no sería la mujer sensata y pulida espiritualmente como lo soy hoy. Lo más hermoso es que mirando retrospectivamente, no solamente he encontrado un cambio en esa área de mi vida, sino también en otras como en la parte emocional: “he aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias”. Sé que me falta, pero le doy gracias al Señor porque poco a poco Él suplirá lo que falta (para terminar la obra), conforme a sus gloriosas riquezas que me tiene en Cristo Jesús.

Como conclusión podría decir: Hay que aprender a recibir porque no solamente se beneficia quien lo recibe sino también llenamos de bendición con nuestro asentimiento, a la persona que quiere ofrecernos algo de ella y no podemos robarle esa bendición.


Jesús vino a ofrecer su vida por ti. Él desea que aceptes ese regalo. Es el mejor regalo que te pueden obsequiar: la salvación. Es muy fácil admitirlo, solamente tienes que hacerlo con una corta oración como ésta:


Señor Jesús, yo te necesito. Te recibo en mi vida como mi Señor y Salvador personal; toma el control de ella y perdona mis pecados. Hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por hacerlo. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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