domingo, 12 de junio de 2011

Lo que tenemos se lo debemos a Dios

LO QUE TENEMOS SE LO DEBEMOS A DIOS

“No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos”. Deuteronomio 8:17.

Lectura del día: Deuteronomio 8:1-20. Versículo para destacar: Deuteronomio 8:17.

ENSEÑANZA

Al igual que el pueblo de Israel anduvo por el desierto por cuarenta años, nosotros los que somos ahora su pueblo, también nos toca aprender a vivir en el desierto para que después cuando hayamos cruzado el Jordán, no sigamos con los mismos defectos de antes tales como el orgullo y la prepotencia y podamos reconocer en todo lo que hagamos la bondad y misericordia del Señor: “Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza” (v. 18).

Después, cuando se haya dejado atrás la aflicción (vv. 2-3), es necesario tener siempre presente que lo que somos en la actualidad y lo que tenemos se lo debemos a Dios. No permitir que el corazón se envanezca y volvamos a darle cabida al enemigo cayendo nuevamente en la trampa de la soberbia y la desobediencia. Para que se cumpla el pacto prometido hay una premisa: debemos obedecer completamente a Dios: “Cumple los mandamientos del Señor tu Dios, témelo y sigue sus caminos” (v. 6). El desierto no es un castigo; al revés, es la manifestación de su amor reflejada en la disciplina: “Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti” (v. 5). Cuando recibimos al Señor Jesucristo, nos hacemos hijos de Dios (Jn. 1:12), y Él como buen Padre nos corrige con el deseo de vernos por el buen camino.

La enseñanza es que si todavía estamos cruzando el desierto, tengamos fija la mirada en el mañana que será promisorio; y si ya hemos salido de éste, obedezcamos con suma reverencia a Dios y reconozcamos que si estamos ahí, es por su bendita gracia y no porque lo merezcamos. ¡Toda la gloria y honra sea para nuestro majestuoso y sublime Señor y Dios!

Quizá es la primera vez que lees este devocional y no has tenido la oportunidad de conocer a Jesús como el Salvador de tu vida. Con una corta y sincera oración puedes entregarle tu vida y entender lo que Él tiene para ti. Si lo deseas, te puedo sugerir una oración como ésta:

Señor Jesucristo: De un modo u otro he escuchado de ti pero nunca te he dicho que entres en mi corazón y seas mi Señor y Salvador. Hoy reconozco que soy pecador y te pido perdón por ello. Toma el control de mi vida, y hazme la persona que quieres que yo sea. Gracias Jesús por escucharme, amén.

Un abrazo y bendiciones,

Dora C.

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