domingo, 10 de julio de 2011

Ser fuerte y valiente

Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará a donde quiera que vayas.
Josué 1:9.


Lectura diaria: Josué 1:1-18. Versículo para destacar: Josué 1:9.


ENSEÑANZA


Ser fuerte y valiente es el desafío que le toca a todo cristiano. El Señor sabe muy bien, que aquí se tendrán aflicciones: “Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas” (Sal. 34:19), pero es en medio de la adversidad donde se experimenta el carácter del creyente. ¿Cómo se puede saber hasta dónde llega la fe, si no llegan las pruebas? Muchas veces se piensa que ante tal o cual dificultad, no se tendrá el valor de soportarla, sin embargo, llega y sale a flote un arrojo que ni siquiera se conocía. La misión de Josué era grande; tenía que llevar al pueblo de Dios hasta la tierra prometida. No era una tarea fácil, por eso el Señor mismo exhorta a Josué a ser fuerte y valiente; a no tener miedo ni a desanimarse. Al ser fiel y obediente, tendrá la compañía del Señor en todo momento.

Esta lectura nos enseña que para cumplir las metas, muy seguramente debemos pasar primero por mucha fatiga, dolor y desmayo. Lo que siempre se nos olvida es que quien va adelante, abriendo caminos y puertas es Dios. Vendrán desilusiones, amarguras, tristezas, desengaños pero al final, cuando se conquiste lo deseado, serán tiempos de regocijo y deleite, porque “El deseo cumplido endulza el alma” (Pr. 13:19). Serán tan grandes las bendiciones que llegarán, que el lapso de penurias, probablemente pasará a la historia. Confiemos en sus promesas poniendo la mirada en el Señor, siendo fuertes y valientes ante las dificultades que se presenten.


Si es tu deseo conocer a Jesús, quien vino a la tierra a soportar nuestros dolores, cargas y pecados y terminar la obra con su bendita resurrección, por lo cual tanto tú como yo alcanzamos la salvación, te invito a orar así:


Señor Jesucristo: Yo confieso con mi boca y creo en mi corazón que moriste por mis pecados. Te acepto en mi vida como mi Señor y Salvador personal. Creo en ti y deseo que hagas de mí la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y salvarme; gracias por venir a morar conmigo y darme la fuerza necesaria para continuar y salir avante en mis propósitos. En el nombre de Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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