domingo, 24 de julio de 2011

En memoria de un siervo de Dios

Has amado la justicia y odiado la maldad; por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de alegría, exaltándote por encima de tus compañeros.
Hebreos 1:9.


Lectura diaria: Hebreos 1:1-9. Versículo para destacar: Hebreos 1:9.


ENSEÑANZA


Dejé para hacer mi devocional cuando llegara de la iglesia y mi corazón se conmovió al recibir la noticia de la muerte del siervo de Dios y apóstol Ignacio Guevara. Este hombre al cual conocí ya bien entrado en años, deja una huella profunda en quienes algún día escuchamos sus sermones. Recuerdo su semblante ya marchito que denotaba quizá todos los infortunios y tristezas que tuvo que afrontar, al haber sido un hombre de valor y tener el coraje de pararse frente al púlpito a predicar un evangelio netamente de salvación a través de Jesucristo, cuando aún Colombia solo conocía la religión tradicional y no se permitía ninguna otra, so pena de ser encarcelado o abatido hasta la muerte. Su voz, quebrantada por los años, hablaba en la última predicación que le escuché sobre su libro “Olivas machacadas”, donde grandes hombres de la Biblia fueron eso: olivas machacadas; él por ser pionero de la evangelización de nuestro país, también se convirtió en lo mismo. Sin embargo, ese olivo, al ser triturado pudo producir el buen aceite de la unción para bendición no solo de su vida sino de todos los que le rodearon: “aceite de alegría”. Su obra evangelizadora se extendió por toda Colombia con la “Misión Panamericana” emprendida con su esposa por allá sobre los años 50 y de la que deja un legado de más de cuatrocientas iglesias en países de habla hispana y Estados Unidos.

En este hombre cabe tal cual el versículo del día y estoy segura que en la entrada a su patria celestial el Señor lo ha recibido con palabras como éstas: “Haz amado la justicia y odiado la maldad; por eso Dios, tu Dios te ha ungido con aceite de alegría, exaltándote por encima de tus compañeros. Ven a mí siervo fiel y justo, cumpliste sin reparos la misión encomendada e hiciste discípulos enseñándoles a obedecer todo lo mandado”. ¡Dios bendiga su memoria!


No importa quién seas tú ni de dónde provienes. El hombre de esta historia, fue un niño de la calle y sin embargo, Dios tocó su corazón e hizo de él un hombre nuevo cuando le entregó su vida al Señor Jesucristo, ¿desearías hacer lo mismo? Si así es, te invito a orarle así:


Amado Jesús: Confieso que soy pecador y que necesito de ti. Toma mi vida, te la entrego para que hagas de ella lo que tú prefieras hacer. Hoy decido aceptarte como mi Señor y Salvador personal. Gracias Señor por venir a mí; por perdonarme y limpiarme; y por darme todo el poder de tu Santo Espíritu para alabarte y reconocerte como mi Dios y mi Rey. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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