viernes, 8 de julio de 2011

Escucha a Dios y sonríe

–Ve y acuéstate –le dijo Elí–. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.
1 Samuel 3:9.


Lectura diaria: 1 Samuel 3:1-14. Versículo para destacar: 1 Samuel 3:9.


El profeta Samuel, era muy pequeño cuando el Señor le habló por primera ocasión. Tuvo que llamarlo cuatro veces porque él no entendía que era Dios mismo quien le llamaba. ¿Cuántas veces no nos habla el Señor y hacemos caso omiso a sus palabras? Somos el Israel de ahora, el pueblo escogido de Dios y es triste que el mismo Señor tenga que decirnos como a su pueblo en ese entonces: “Si mi pueblo tan solo me escuchara, si Israel quisiera andar por mis caminos, ¡Cuán pronto sometería yo a sus enemigos, y volvería mi mano contra sus adversarios!” (Sal. 81:13-14).

El Señor nos habla de diferentes maneras: a través de su creación, de un líder religioso o cualquier otra persona, y de su Palabra impresa en la Biblia. Cuando no queremos escuchar su voz, los oídos se vuelven sordos y se nubla la visión. Como tercos e indiferentes, creemos que no lo necesitamos y buscamos nuestro propio camino así rodemos y rodemos, tumbo tras tumbo.

Aprendamos a estar solícitos, a ser sensibles a su voz; busquémosle en la intimidad de nuestra alcoba, o en el sitio que elijamos; si le obedecemos, entenderemos su voluntad y podremos contestar igual que Samuel: ¡Habla, Señor, que tu siervo escucha! Él nos instruirá y guiará por el camino correcto. Para terminar les dejo otro versículo también de mi devocional de hoy, que antes nunca le había puesto la atención debida; apropiémonoslo para cada uno; donde dice Israel o pueblo pon tu nombre y ten la certeza que es Dios quien te habla: “¡Sonríele a la vida, Israel! ¿Quién como tú, pueblo rescatado por el Señor? Él es tu escudo y ayuda; él es tu espada victoriosa” (Dt. 33:29).


Tú amigo(a), sonríele a la vida; Dios está llamando a la puerta de tu corazón y te busca para Él. ¿Quieres escucharle y permitirle entrar? Te puedo guiar a dar ese paso con una sencilla oración como esta:


Amado Jesús: Quiero entregarte mi vida para que hagas con ella lo mejor para mí. Ven, perdona mis pecados y llévame por la senda que me tienes trazada. Te acepto como mi único y suficiente Señor y Salvador. Gracias Señor por venir a morar conmigo y perdonarme. Gracias porque me das la alegría para vivir, escuchándote hablar y llevándome de tu mano. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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