sábado, 30 de julio de 2011

El futuro le pertenece al Señor

Alégrense, hijos de Sión, regocíjense en el Señor su Dios, que a su tiempo les dará las lluvias de otoño. Les enviará la lluvia, la de otoño y la de primavera, como en tiempos pasados.
Joel 2:23.


Lectura diaria: Joel 2:18-27. Versículo para destacar. Joel 2:23.


ENSEÑANZA


Es una realidad que vivimos en un mundo convulsionado y no solamente cargamos con los problemas que nos acogen sino que también las noticias sobre muertes, destrucción, violaciones, atracos, problemas ambientales, etc., nos quitan el sueño y causan temor. Si bien todo esto es cierto, también es muy cierto que hemos creído en el Rey soberano no solo de nuestras vidas sino del mundo que nos rodea. “Alejaré de ustedes al que viene del norte, arrojándolo hacia una tierra seca y desolada: lanzaré su vanguardia hacia el mar oriental, y su retaguardia hacia el mar occidental” (v. 20). Sí, debemos temer, pero no al hombre sino a Dios; al Poderoso que tiene en su mano el universo completo, puesto que cielos, mares y tierra son su obra. Por difícil que parezcan las cosas internas y externas, tenemos la seguridad y confianza que todo está bajo su control.

En la lectura del día hay grandes promesas: “No temas, tierra, sino alégrate y regocíjate, porque el Señor hará grandes cosas” (v. 21); “No teman, animales del campo, porque los pastizales de la estepa reverdecerán; los árboles producirán su fruto, y la higuera y la vid darán su riqueza” (v. 22). El mundo puede estar en caos continuo “Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Ro. 8:21). Nada se escapa de sus manos; podemos tener la certeza, que Dios está utilizando hasta el detalle más mínimo para lograr su propósito en nuestras vidas.

¿Nos abruma la injusticia, la crisis financiera, la inestabilidad económica? ¡No hay por qué temer! Nuestro Dios, el Grande y Sublime dice: “Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes, las pequeñas, las larvas y las orugas” (v. 25). Es una promesa y Dios no es hombre para que mienta ni hijo de hombre para que se arrepienta. Aprendamos simplemente a confiar en Él, sabiendo que el futuro es suyo y que sabe exactamente hacia dónde nos dirigimos.


Para ti que estás leyendo este devocional y quizá estás pasando por tribulación, te aconsejo: deja tus cargas en Jesús quien ya las llevó en la cruz, y empieza una nueva vida. ¿Quieres entregarte a Él? Podemos orar así:


Señor Jesús: Yo te necesito. Te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Toma el control del trono de mi vida, perdona mis pecados y haz de mí la persona que quieres que yo sea. Gracias Señor por venir a morar conmigo, por perdonarme y llenarme de tu gracia y amor dándome un nuevo amanecer para seguir adelante. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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