jueves, 14 de julio de 2011

El salario del trabajador

El trabajador merece que se le pague su salario.
1 Timoteo 5:18b.


Lectura diaria: 1 Timoteo 5:17-21. Versículo para destacar: 1 Timoteo 5:18b.


ENSEÑANZA


Todo trabajador sea quien sea y en el cargo que esté ejecutando tiene derecho a un salario y un salario digno. La persona trabaja porque necesita no por lujo o por placer. Es muy triste ver en nuestros países del tercer mundo, cómo tienen que luchar los trabajadores para ver cada año cuánto será el aumento. Aumento que nunca va acorde con la inflación de los alimentos, el vestido, la vivienda y la salud. De encime, cuántos otros no tienen que mendigar que así sea su sueldo mínimo, se lo paguen; hay instituciones, entes estatales y privadas que incluso demoran o no pagan los salarios. ¡Dios tenga misericordia de sus responsables! Esto es gravísimo porque la mesada de un trabajador es sagrada.

Desafortunadamente he conocido empresas (incluso de personas que dicen ser cristianas), que cautivan a hombres y mujeres profesionales haciéndoles creer que son estables económicamente, los hacen retirar de sus anteriores trabajos y cuando ya están con ellos, desplegando todo su conocimiento, salen con el cuento que la empresa está en crisis o que hasta ahora se está levantando y por consiguiente no hay dinero para cancelar salarios a nadie.

Dios dice aquí en su Palabra que el trabajador merece que se le pague su salario. No lo está mendigando, es una obligación tanto de orden moral como de orden jurídico, y ¿qué no diremos en una empresa que se diga cristiana? Con más razón se debería proveer al laborista de su remuneración porque él tiene derecho a recibir lo que trabajó. Su deber: trabajar, su derecho: percibir lo justo. La ética del trabajo debe ir más allá, no solamente puntualizando lo de los reformadores como Lutero y Calvino donde se reconceptualiza universalmente el trabajo diligente como signo de gracia, sino también para quienes lo promueven y son directamente los responsables de sus súbditos, porque son ellos los que en últimas tienen que dar cuenta a Dios de su labor como empresarios y si hubo justicia social o no dentro de sus compañías. La persona íntegra lo es en el rol que se desenvuelva sea trabajador o empresario. Aprendamos a ser muy cuidadosos en este sentido; lo contrario, nos convertiría también en ladrones de cuello blanco.


Si aún no has aceptado a Cristo como Salvador de tu vida, te puedo guiar para hacerlo, con una oración como ésta:


Señor Jesucristo: Yo te necesito; te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Toma el control del trono de mi vida, perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias Señor por perdonarme y limpiarme; gracias por darme la vida eterna. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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