sábado, 16 de julio de 2011

Un amor incondicional

En aquel día –afirma el Señor–, ya no me llamarás “mi Señor”, sino que me dirás: “esposo mío”.
Oseas 2:16.


Lectura diaria: Oseas 2:14-23. Versículo para destacar: Oseas 2:16.


ENSEÑANZA


Si hay un pasaje que me cautive en la Biblia, es el referido en Oseas, donde el amor de Dios por su pueblo o Iglesia se manifiesta al igual que el de un esposo por su esposa. Es tal cual como lo señalaba Jeremías: “¡Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir! Fuiste más fuerte que yo, y me venciste” (Jr. 20:7). Sí, así es. Al Señor no le importa hasta dónde hemos caído; nos revolcamos en el fango del pecado una y otra vez, sin embargo, El sigue buscando la manera de seducirnos y sacarnos adelante. Por eso para Dios no existe pecado grande ni pequeño, de todas maneras nos mira con misericordia y compasión. Empieza la lectura del día así: “Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura. Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza” (vv. 14-15.) Es como aquel novio constante que ama a pesar de… Es el novio que está dispuesto por amor a restaurarla y convertirla en su “señora”: “Yo te haré mi esposa para siempre, y te daré como dote el derecho y la justicia, el amor y la compasión. Te daré como dote mi fidelidad, y entonces conocerás al Señor” (vv. 19-20). Ante ese amor tan fiel, ¿quién puede resistirse? En Oseas vemos un amor tan fuerte como la muerte; “ni las muchas aguas pueden extinguirlo” (Cnt. 8:7)


Ese es el amor del Señor quien todo lo dio para atraernos hacia su corazón. Es el amor que Dios tiene dispuesto para ti. Un amor incondicional que ama y no se resiste a renunciar a su propósito: cautivarte para Él. ¡Dios te ama! Está deseoso que te dejes seducir. Envió a su Hijo Jesucristo para que viniera en rescate por ti. ¿Deseas aceptar tan sublime amor? Te invito a orarle así:


Señor Jesucristo: Yo te necesito y te abro la puerta de mi vida para que seas mi Señor y Salvador. Ven a mí, perdona mis pecados y hazme como deseas que yo sea. Gracias Jesús por perdonarme y limpiarme; gracias por el inmenso amor que me brindas y gracias por llevarme de tu mano hacia la vida eterna. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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