¡Dichosos tus súbditos! ¡Dichosos estos servidores tuyos, que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría!1 Reyes 10:8.
Lectura: 1 Reyes
10:1-13. Versículo del día: 1 Reyes
10:8.
MEDITACIÓN DIARIA
La reina de Sabá fue a
visitar a Salomón y probar ella misma con preguntas difíciles, la reputación
que tenía sobre su sabiduría y su riqueza. Se quedó asombrada al comprobar que
no solo Dios lo había bendecido con sabiduría sino que además de eso, vivía con
un lujo y esplendor que posiblemente deleitaba. “Entonces le dijo al rey: ¡Todo
lo que escuché en mi país acerca de tus triunfos y de tu sabiduría es cierto! No podía creer nada de eso hasta que vine y lo
vi con mis propios ojos. Pero en realidad, ¡no me habían contado ni siquiera la
mitad! Tanto en sabiduría como en riqueza, superas todo lo que había oído
decir” (vv. 6-7). Además de eso dice
algo muy cierto que es lo que resalto hoy: “¡Dichosos estos servidores tuyos,
que constantemente están en tu presencia bebiendo de tu sabiduría!”. Y es que
aunque no volvamos a ver otro con la sabiduría de Salomón, sí podemos
encontrarnos con personas dotadas con ese don en menor escala y es con ellas
que nos conviene andar y aprender de lo mucho que nos pueden dejar. Recordemos
el dicho que: ‘Al que buen árbol se arrima, buena sombra le cobija’. No lo
miremos por el lado material de lo que se recibiría de un rico o influyente;
tomémoslo desde la perspectiva de la persona noble, tranquila, cordial,
inteligente, con don de gentes que atrae, con amor hacia los demás que arrastra
y por supuesto con una relación íntima con el Señor quien es en últimas, el
dador de todas estas dádivas. ¿A quién no le gusta estar en su compañía? Es muy
agradable encontrarse con una persona de esta talla y es mucho lo que podemos
aprender a su lado.
Salomón le pidió
sabiduría a Dios para conducir a su pueblo Dios se la concedió en abundancia.
El apóstol Santiago en su Carta nos dice que: “Si a alguno de ustedes le falta
sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente
sin menospreciar a nadie” (Santiago 1:5). Siendo un don tan necesario
deberíamos tenerlo más en cuenta, no solo para beneficiarnos personalmente, sino
para ofrecerla a los que nos rodean.
Amado Señor: Enséñanos
a andar con personas sabias que ayuden a nuestra edificación y levanten cuando
estamos caídos. También somos conscientes que nos falta mucha sabiduría en
nuestro andar diario; te rogamos que nos des una buena dosis de ella y que
sepamos administrarla de tal manera que el mundo vea algo diferente en nosotros
y lleguen a tus pies. Gracias buen Señor porque sabemos que nos escuchas y
estás atento a nuestras plegarias. Eres un Dios maravilloso e incomparable. ¡Te
amamos bendito Dios!
Un abrazo y
bendiciones.
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