lunes, 12 de octubre de 2015

Cógete de Jesús tu Redentor



Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar. 
Isaías 48:17.

Lectura: Isaías 48:16-22.  Versículo del día: Isaías 48:17.

MEDITACIÓN DIARIA

Quizá se piense que este pasaje no es para ahora; que era para Israel cuando estaba cautivo en Babilonia. La cuestión es que todos estamos cautivos y necesitamos un Redentor. Un Redentor que nos enseñe lo que nos conviene y nos guíe por el camino en que debemos andar. Con Él quedan atrás los sufrimientos del pecado heredado por Adán, porque el Señor Jesús se convierte en el segundo Adán que viene a pagar por cada uno de nosotros; es el Espíritu que da vida (1 Corintios 15:45).
El llamado es para todos: grandes, pequeños, hombres, mujeres sin distingos de raza, color o etnia. Todos absolutamente todos necesitamos de Cristo, aunque no todos lo entiendan o lo quieran aceptar. El hombre está preso dentro de su propio camino dirigido por su ego en el trono. ¿Acaso el adúltero, borracho, violador, ladrón, mentiroso o estafador no está preso en su pecado? ¡Claro que sí! Está guiado por el enemigo quien no vino sino a robar, matar y destruir, mientras que el Señor vino a darnos libertad, por eso el llamado es: “¡Salgan de Babilonia! ¡Huyan de los caldeos! Anuncien esto con gritos de alegría y háganlo saber. Publíquenlo hasta en los confines de la tierra; digan: El Señor ha redimido a su siervo Jacob” (v. 20 en la lectura). Con gritos de alegría contamos y proclamamos que Jesús es el Salvador. Él vino a redimirte; te enseñará lo que te conviene. Sal de la Babilonia que te tiene atado y ven a los brazos de Jesús, tu Redentor;

Amado Señor Jesucristo: Estoy enfrascado en mi propio camino donde mi vida es un caos y los problemas a causa de mi pecado me enredan cada día más. Hoy acepto que viniste a darme libertad y te acepto como Señor y Salvador. Toma el trono de mi vida y hazme la persona que deseas que yo sea. Gracias por perdonarme, limpiarme y liberarme de la esclavitud del pecado. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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