sábado, 3 de octubre de 2015

Entreguémosle el trono al Señor



Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó aparte a la entrada de la ciudad, como para hablar con él en privado. Allí lo apuñaló en el vientre, y Abner murió. 
2 Samuel 3:27.


Lectura: 2 Samuel 3:6-39.  Versículo del día: 2 Samuel 3:27.

MEDITACIÓN DIARIA

Siempre han existido las guerras, las rivalidades, las envidias y los odios. Abner era el jefe del ejército de Saúl y Joab el de David. Después de la muerte del rey Saúl, Abner fue quien más abogó para que no se reconociera a David como rey de todo Israel. Sin embargo, pasado un tiempo, quiso remediar su error porque él sabía que David había sido ungido por Dios para guiar no solo a Judá sino a todo el pueblo de Israel; así que lo visitó. Con motivo de su visita, David ofreció un banquete para Abner y sus hombres. Joab regresaba con sus soldados de una de sus campañas y le contaron la actuación de David y seguramente llevado por los celos, la envidia, el rencor y la venganza entre otras cosas (Abner había matado a su hermano Asael), con engaños lo llevó a un lugar solitario y le propinó la muerte (vv. 12-27).
Una vez más nos demuestran Las Escrituras con hechos concretos, cuánto necesita el ser humano a Dios. Del corazón del hombre no salen sino: “inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas” (Gálatas 5:19-21), que son las obras de la naturaleza pecaminosa  que todos tenemos por la caída de Adán y que no nos permitirán heredar el reino de Dios.
Por toda esa naturaleza pecaminosa vino Jesús al mundo; para redimirnos de ese pecado y darnos nueva vida con Él en el Espíritu. De ahí que todos necesitemos al Señor Jesucristo; de lo contrario así no lo admitamos, vamos a conseguir la condenación eterna. Reflexionemos sinceramente y meditemos sobre qué lado de la balanza nos encontramos, y aceptemos lo que Cristo vino a hacer por nosotros: entreguémosle el trono a Él.

Amado Señor: Gracias porque necesitamos de Ti para poder encontrar la libertad espiritual que anhelamos y desechar toda la maldad que se encuentra depositada en nuestros corazones. Gracias por el pago y rescate que hiciste en esa cruz por nosotros, sin merecerlo Tú. Te rogamos que vengas a sentarte en el trono de nuestras vidas y cambies tanta podredumbre por el bálsamo de tu presencia. Gracias porque sabemos que si te lo pedimos confiadamente, Tú lo haces.

Un abrazo y bendiciones.

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