viernes, 14 de agosto de 2015

No son nuestras fuerzas; son las de Dios




Pero, Señor —objetó Gedeón—, ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más débil de la tribu de Manasés, y yo soy el más insignificante de mi familia. 
Jueces 6:15.


Jueces 6:1-40.  Versículo del día: Jueces 6.15.

MEDITACIÓN DIARIA

Gedeón fue otro de los jueces que Dios usó para salvar a Israel de sus enemigos; esta vez del poder de los madianitas. Sin embargo, cuando el Señor se le presentó y le dijo: “¡El Señor está contigo, guerrero valiente!” (v. 12), Gedeón no lo entiende porque se considera  muy poca cosa para ser él, quien venza a los madianitas; pero el Señor le respondió: “Tú derrotarás a los madianitas como si fueran un solo hombre, porque yo estaré contigo” (v. 16). Después de titubear y tener la seguridad que sí era el Señor quien le hablaba se enfrentó a sus enemigos y los derrotó con un ejército pequeño (Jueces 7), tal como el Señor quiso, para demostrarle que sí era Él quien estaba guerreando a su lado (Jueces 7:2-7).
No hay ninguna duda; cuando el Señor nos da una orden y nos recuerda que es Él quién va adelante abriendo puertas, también nos podemos sentir incapaces e insignificantes para ir en su Nombre a cumplir la tarea encomendada. Un ejemplo claro lo tenemos cuando compartimos el mensaje de salvación a otros, que fue el mandato claro de parte del Señor para todos los que lo conocen. Nos sentimos débiles, sin palabras y hasta atemorizados. Pero el Señor por medio de su Santo Espíritu nos infunde aliento y valor porque se cumple exactamente lo mismo de Gedeón: “yo estaré contigo”. Sí; no vamos en nuestras propias fuerzas ni valentía; todo proviene de Dios quien nos manda y a la vez nos da las armas para actuar. Así que no tengamos miedo, ni nos sintamos menospreciados; tal vez al doblegarnos ante alguna autoridad que nos inspira reverencia y poder, no sabemos cómo actuar ni qué hablar, pero  tenemos al mejor Juez, Consejero y Amigo y quien nos guiará hacia la victoria. No es con espada ni con fuerza; es con su Santo Espíritu (Zacarías 4:6). Al final de cuentas, es el Señor el que debe importarnos y el único que merece toda nuestra aprobación y adoración.

Amado Señor: Nuevamente nos enseñas que lo que necesitas de parte nuestra es un corazón sincero y dispuesto a dejarse gobernar por Ti. Gracias buen Dios por llevarnos de tu mano y enseñarnos a ser fuertes y valientes en la misión encomendada para que muchos otros te conozcan y alcancen la salvación. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones.

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