domingo, 2 de agosto de 2015

A pesar de los errores, Tú sabes que te amamos



 —Aunque todos te abandonen, yo no —declaró Pedro. 
Marcos 14:29.


Lectura: Marcos 14:27-31 y 66-72. Versículo del día: Marcos 14:29.

MEDITACIÓN DIARIA

Me da tristeza pensar que nosotros obramos igualmente. Quizá juzgamos a Pedro como quien dice ‘a priori’, ¿pero cuántas veces hemos hecho lo mismo? No se necesita solamente decir, no soy cristiano o no conozco a Jesús. Hay muchísimas maneras de negar al Señor. Cuando no damos testimonio; cuando nos avergonzamos del Evangelio; cuando nos aburre orar o leer su Palabra; cuando no amamos a nuestro prójimo.  En todas estas circunstancias, estamos negando al Señor. Es tan relevante lo de la negación de Pedro, que los cuatro evangelistas narran no solamente la promesa de Pedro de no negarlo, sino directamente el hecho de no haberla cumplido. Por eso dice Eclesiastés: “No te apresures, ni con la boca ni con la mente, a proferir ante Dios palabra alguna; él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide, pues, tus palabras” (Eclesiastés 5:2).
Pedro se deja llevar por su temperamento en ocasiones sanguíneo y en otras pienso yo, colérico e intempestivamente se hace notar como queriendo decir: ‘aquí estoy yo para defenderte’. El Señor le repica: “Te aseguro —le contestó Jesús— que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces” (v. 30 en la lectura). Ni siquiera tendría que pasar un día entero: ese mismo día, esa misma noche, llegaría a negarlo tres veces (vv. 66-72). ¡Qué desilusión para Pedro! ¡Cuánto no lo cargaría su actitud! La Biblia no narra que Pedro se hubiera retractado de su error o que hubiera tenido nuevo contacto con el Señor para pedirle perdón, antes de su muerte en la cruz.  Entonces su dolor,  frustración y desilusión de él mismo, debió ser una tormenta.
Sin embargo, después de su resurrección el Señor conociendo lo que había en su corazón, de manera muy sutil lo restaura diciéndole también por tres veces: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Juan 21:16); a la tercera, muy noble y sabiamente Pedro le responde: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Juan 21:17c). Ahí Pedro está reconociendo en el Señor su supremacía. ¡Lindo pasaje! No solamente del amor y delicadeza del Señor para restituirlo; también de la humildad y nobleza de Pedro para aceptar su error. Así es como nuestro buen Pastor y Divino Maestro nos busca dulcemente cuando nos descarriamos.

Amado Señor Jesús: ¡Tu amor es incomparable! ¡Tu misericordia es tan alta que no podemos entenderla! Muchas gracias por voltear nuevamente los ojos hacia nosotros cuando también te negamos. ¡Perdónanos por ello! Como Pedro, a pesar de nuestros errores te decimos: ‘Señor, tú lo sabes todo, y sabes que te amamos’.

Un abrazo y bendiciones.

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