martes, 17 de junio de 2014

Nuestro Dios es el Vencedor



Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. 
1 Samuel 17:45.


Lectura: 1 Samuel 17:1-54.  Versículo del día: 1 Samuel 17:45.

MEDITACIÓN DIARIA

Esta es la historia de  David y Goliat.  David todavía era joven y no asistía a la guerra como sus hermanos mayores; cuidaba el rebaño de su padre Isaí en Belén.  Sin embargo, un día cuando fue enviado a llevarles provisiones a sus hermanos, escuchó al filisteo desafiar al ejército de Israel,  como lo venía haciendo durante cuarenta días (v. 16).  Al escucharlo, David se enfureció y dijo: “¿Quién se cree este filisteo pagano, que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente?” (v. 26b).
David, sabía perfectamente en quién había puesto sus fuerzas y no dudaba de ello: “El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo” (v. 37), le contestó a Saúl.  . Él no miró al hombre guerrero, fuerte y alto que tenía por delante, él miró más allá, confiando en que su Dios le permitiría ganar la batalla.  Ante las palabras injuriosas de Goliat, David le contesta con firmeza: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso”.
Observemos que tanto Saúl que era el rey como su ejército miraron la tragedia con los ojos del mundo: “Al oír lo que decía el filisteo, Saúl y todos los israelitas se consternaron y tuvieron mucho miedo” (v.11), mientras que David la veía con ojos espirituales.  Goliat podía ser muy fuerte, pero muchísimo más lo era el Dios de los ejércitos de Israel.  David se enfrenta al gigante con su bastón y cinco piedras lisas que echó en su bolsa (v. 40), y lo vence clavándole una piedra entre ceja y ceja (v. 49).
Nos encontramos con muchos ‘Goliat’ en el mundo y muchas veces ni siquiera tenemos los medios físicos para enfrentarlos, y se nos olvida que las armas espirituales de las que somos dotados para derrotar al enemigo las tenemos en la mano.  También nosotros tenemos a un Dios más fuerte y poderoso que cualquier ‘Goliat’ que se nos atraviese.
No sé cuál será tu Goliat, pero si sé que para nuestro Dios no hay imposibles.  Acudamos a Él para que vean su gloria y todos reconozcan “que el Señor  salva sin necesidad de espada ni de lanza y que la batalla es del Señor” (v. 47).

Amado Dios: Nos presentamos ante ti con los brazos inermes porque somos débiles y nuestra fe falla ante la adversidad.  Hoy ya no queremos mirar más la tragedia con incertidumbre y desconfianza; venimos ante ti, llenos del poder de tu Santo Espíritu y a enfrentar este gigante que nos quiere devorar, en el Nombre poderoso de Jesús.  Gracias Señor porque nos enseñas y nos das la convicción de que contigo somos más que vencedores cualquiera que sea la situación que estemos viviendo.

Un abrazo y bendiciones.

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