Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.2 Corintios 4:8-9.
Lectura: 2 Corintios
4:1-18. Versículos del día: 2 Corintios
4:8-9.
MEDITACIÓN DIARIA
Los cristianos tenemos
que ser conscientes de que la vida cristiana no es un lecho de rosas. El Señor
mismo nos dijo que en el mundo tendríamos aflicciones, pero precisamente nos
animamos porque sabemos en quién hemos creído (Juan 16:33). Y bajo este
parámetro Pablo nos exhorta, porque podemos estar atribulados, perplejos,
perseguidos, derribados pero nuestro buen Señor no nos abandonará ni permitirá
que seamos destruidos. “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por
fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día. Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que
ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo
sufrimiento” (vv. 16-17). Vamos detrás de una meta más prometedora que
cualquier cosa visible aquí en la tierra.
Vamos en pos de la patria celestial que es eterna y nadie nos la puede
arrebatar.
Así que muchas veces,
aunque estemos cruzando desiertos áridos, la gloria del Señor se refleja en
nuestro rostro porque su luz brilla en nuestros corazones (v. 6). “Pero tenemos
este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de
Dios y no de nosotros” (v. 7). ¡Esto sí que es importante! Dios lo hace así,
para que nosotros en todo reconozcamos su grandeza, poder y soberanía. Definitivamente no somos más que vasijas de
barro, pulidas día tras día, en las manos del mejor Artesano.
“pero los que confían
en el Señor renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se
fatigarán, caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:31); la versión Reina Valera
dice: “los que esperan”. Si en verdad lo
esperamos, confiamos en que su Palabra es verdad y que nuestras fuerzas se
renovaran cada mañana.
Los dejo con la oración
de Habacuc:
“Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides; aunque falle
la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco
no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me
alegraré en Dios, mi libertador!”. ¡Gracias Señor por tenerte a Ti!
Un abrazo y
bendiciones.
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