domingo, 8 de junio de 2014

La ley de la siembra y la cosecha




Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. 
2 Corintios 9:6-7.


Lectura: 2 Corintios 9:1-15.  Versículos del día: 2 Corintios 9:6-7.

MEDITACIÓN DIARIA

En cualquier campo que se esparza la semilla, esta producirá fruto;  el hombre cosecha lo que siembra.  Dependiendo de la cantidad de semilla, será la cantidad de cosecha. Esta es una ley natural y Pablo la aplica muy bien en el campo espiritual porque de igual forma que se de, se recibirá. Dios no se queda con nada guardado y es tan cierta esta ley que he podido comprobar que así no sea la persona creyente, si la aplica a su vida, la recompensa no se hará esperar. “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes” (v. 8).
Si esto sucede en cualquier campo que se siembre, ¿cuánto más no será cuando lo hacemos para la obra del Señor? Miremos lo siguiente: Dios no necesita de nuestro dinero, de Él es toda la plata y el oro del mundo (Hageo 2:8); pero precisamente para conocer nuestros corazones y recibir sobreabundante gracia, nos deja esa llavecita, para que cada vez que la pongamos a funcionar, nos abra la puerta de la abundancia y del esplendor.  “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante” (Lucas 6:38).
Dicen que el bolsillo de los hombres es lo más difícil de tocar.  Una persona puede recibir y aceptar la instrucción dada por Dios, pero cuando se le habla de diezmar u ofrendar hasta ahí llega. Si no te parece bien la palabra diezmar, quítala de tu mente; quizá el Espíritu Santo ponga en ti, no dar el diezmo sino mucho más.
Mi recomendación es que seamos generosos, en especial para la obra de Dios.  Den de acuerdo a lo decidido en su corazón, pero denlo con alegría.  A todos los que dan sin ningún reparo, les digo igual que Pablo: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” (v. 15 en la lectura).

Amado Señor: Gracias por la ley de la siembra y la cosecha. Te pedimos que la arraigues fuertemente dentro de nuestro corazón, para aprender a gozar de abundantes siegas como lo prometes en tu Palabra.

Un abrazo y bendiciones.

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