martes, 10 de junio de 2014

¡Gracias por esos desiertos Señor!




Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti.  
 Deuteronomio 8:5.


Lectura: Deuteronomio 8:1-18.   Versículo del día: Deuteronomio 8:5.

MEDITACIÓN DIARIA

El pueblo de Israel tuvo que pasar cuarenta años caminando por el desierto antes de entrar a la tierra prometida.  Dios no lo hizo porque sí; quiso disciplinarlos e instruirlos para que cuando llegaran a la tierra que fluye leche y miel, su corazón no se desviara y se contaminara de quienes vivían allí.
De igual forma lo hace ahora con nosotros.  Cuando estamos cruzando desiertos secos y áridos, tenemos que reconocer que el Señor es nuestro Dios y que desea por su amor mismo, disciplinarnos y enseñarnos el camino correcto por el que debemos andar, aunque el mundo nos quiera desviar de él: “Cumple los mandamientos del Señor tu Dios; témelo y sigue sus caminos” (v. 6).  Considero que no es fácil, menos en los tiempos que estamos viviendo sofocados de tecnología por todas partes; tecnología que   debemos utilizar igual que el dinero: sin dejarnos esclavizar por ella. El Señor nos conducirá a una tierra buena, fértil donde abundará la comida y no pasaremos penurias ni angustias (vv. 7-9); pero para esto tenemos que llegar preparados para no dejarnos desviar por lo que ofrece el mundo. 
Además de esto el Señor nos advierte que cuando estemos allí, y hayamos salido adelante de los tropiezos y atafagos, no olvidemos quien hizo la obra: “No se te ocurra pensar: ‘Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos’. Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza” (vv. 17-18).   
Personalmente considero que he recorrido muchos desiertos pero en cada uno de ellos he podido ver la poderosa mano del Señor: “Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar” (Salmo 40:5).  Así es; por eso, si estás en esa travesía, no te desesperes ni blasfemes contra tu Dios.  Él más que nadie sabe por qué estás ahí y qué es lo que necesitas para continuar por su sendero.

Amado Señor: Muchas veces cuando te conocemos empezamos a recibir dificultades y aflicciones que incluso antes no percibíamos. Gracias porque quizá no entendemos tus designios ni sabemos que estás haciendo en  nosotros una gran obra maestra: deseas pulirnos y dejarnos listos para poder enfrentarnos al mundo hostil y pecador en el que tenemos que vivir, y solamente tú sabes lo que hay que limpiar y sanar en nuestros corazones. Enséñanos a verte en los desiertos por muy agrestes que los divisemos. ¡Gracias buen Señor! 

Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: