Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti.Deuteronomio 8:5.
Lectura: Deuteronomio
8:1-18. Versículo del día: Deuteronomio
8:5.
MEDITACIÓN DIARIA
El pueblo de Israel
tuvo que pasar cuarenta años caminando por el desierto antes de entrar a la
tierra prometida. Dios no lo hizo porque
sí; quiso disciplinarlos e instruirlos para que cuando llegaran a la tierra que
fluye leche y miel, su corazón no se desviara y se contaminara de quienes
vivían allí.
De igual forma lo hace
ahora con nosotros. Cuando estamos
cruzando desiertos secos y áridos, tenemos que reconocer que el Señor es
nuestro Dios y que desea por su amor mismo, disciplinarnos y enseñarnos el
camino correcto por el que debemos andar, aunque el mundo nos quiera desviar de
él: “Cumple los mandamientos del Señor tu Dios; témelo y sigue sus caminos” (v.
6). Considero que no es fácil, menos en
los tiempos que estamos viviendo sofocados de tecnología por todas partes; tecnología
que debemos utilizar igual que el dinero: sin
dejarnos esclavizar por ella. El Señor nos conducirá a una tierra buena, fértil
donde abundará la comida y no pasaremos penurias ni angustias (vv. 7-9); pero
para esto tenemos que llegar preparados para no dejarnos desviar por lo que
ofrece el mundo.
Además de esto el Señor
nos advierte que cuando estemos allí, y hayamos salido adelante de los
tropiezos y atafagos, no olvidemos quien hizo la obra: “No se te ocurra pensar:
‘Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos’. Recuerda al
Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza”
(vv. 17-18).
Personalmente considero
que he recorrido muchos desiertos pero en cada uno de ellos he podido ver la
poderosa mano del Señor: “Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has
hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera
anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar” (Salmo 40:5). Así es; por eso, si estás en esa travesía, no
te desesperes ni blasfemes contra tu Dios. Él más que nadie sabe por qué estás ahí y qué
es lo que necesitas para continuar por su sendero.
Amado Señor: Muchas
veces cuando te conocemos empezamos a recibir dificultades y aflicciones que
incluso antes no percibíamos. Gracias porque quizá no entendemos tus designios
ni sabemos que estás haciendo en nosotros
una gran obra maestra: deseas pulirnos y dejarnos listos para poder
enfrentarnos al mundo hostil y pecador en el que tenemos que vivir, y solamente
tú sabes lo que hay que limpiar y sanar en nuestros corazones. Enséñanos a
verte en los desiertos por muy agrestes que los divisemos. ¡Gracias buen Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario