Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes, las pequeñas, las larvas y las orugas.Joel 2:25.
Lectura: Joel 2:12-27.
Versículo del día: Joel 2:25.
MEDITACIÓN DIARIA
Esta promesa es para todos los que han pasado por situaciones
críticas, especialmente en el campo financiero.
Pero si detallamos completamente la lectura e incluso desde el capítulo
anterior, vemos lo siguiente: “¿Alguna vez sucedió cosa semejante en sus
tiempos o en los de sus antepasados?” (Joel 1:2). Quizá nunca antes sucedió algo tan devastador
entre los tuyos, como lo que viste o padeciste, o estás viviendo. Esto no es porque sí. Dios tiene un propósito
aún con lo trágico que nos pueda venir: “Lo que dejaron las langostas grandes lo
devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo
comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas” (Joel
1:4). Lo importante es que en medio de
la calamidad, se tenga el coraje de escudriñarnos y aceptar la exhortación del
mismo Señor al arrepentimiento: “vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Rásguense el
corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es bondadoso
y compasivo, lento para la ira y lleno de amor” (vv. 12-13 en la lectura).
Si el arrepentimiento es sincero, el Señor responderá porque
no va a dejar que los suyos sigan avergonzados y los demás se burlen y empiecen
a murmurar diciendo: “entonces, ¿en cuál Dios han creído? ¿Dónde está Él?” (v.
17). La respuesta del buen Dios, no se
hará esperar: “Miren, les enviaré cereales, vino nuevo y aceite, hasta dejarlos
plenamente satisfechos; y no volveré a entregarlos al oprobio entre las
naciones” (v. 19); al oprobio de todos aquellos que nos señalaban con el dedo.
La certeza que tenemos, la convicción de lo que todavía quizá
no estamos viendo es que: “Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo
lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes,
las pequeñas, las larvas y las orugas”. A su tiempo el Señor mandará las
lluvias necesarias como en tiempos pasados (v. 23); como testimonio, todos
sabrán, que nuestro Dios es inigualable (v. 27).
Por eso no hay que callar; hay que contarles a nuestros hijos
y nietos para que ellos a su vez lo hagan con las generaciones venideras (Joel
1:3), los padecimientos y tropiezos que más tarde redundarán en manifestaciones
claras de la gloria de Dios. Y si todavía la lluvia no ha empezado a caer,
nuestra fe debe ser el motor que nos anime a continuar.
Amado Señor: Muchas gracias porque tus promesas son: “sí” y “amén”.
Yo creo mi Señor firmemente en lo que
dice tu Palabra porque ella es veraz, y Tú también lo eres. Gracias buen Dios, porque estás ahí,
involucrado en el problema para admirar más tarde la grandeza de tu nombre.
Un abrazo y bendiciones.
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