miércoles, 24 de julio de 2013

La restitución de nuestro Dios




Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes, las pequeñas, las larvas y las orugas. 
Joel 2:25.


Lectura: Joel 2:12-27.  Versículo del día: Joel 2:25.

MEDITACIÓN DIARIA

Esta promesa es para todos los que han pasado por situaciones críticas, especialmente en el campo financiero.  Pero si detallamos completamente la lectura e incluso desde el capítulo anterior, vemos lo siguiente: “¿Alguna vez sucedió cosa semejante en sus tiempos o en los de sus antepasados?” (Joel 1:2).  Quizá nunca antes sucedió algo tan devastador entre los tuyos, como lo que viste o padeciste, o estás viviendo.  Esto no es porque sí. Dios tiene un propósito aún con lo trágico que nos pueda venir: “Lo que dejaron las langostas grandes lo devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas” (Joel 1:4).  Lo importante es que en medio de la calamidad, se tenga el coraje de escudriñarnos y aceptar la exhortación del mismo Señor al arrepentimiento: “vuélvanse a mí de todo corazón,  con ayuno, llantos y lamentos. Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor” (vv. 12-13 en la lectura).
Si el arrepentimiento es sincero, el Señor responderá porque no va a dejar que los suyos sigan avergonzados y los demás se burlen y empiecen a murmurar diciendo: “entonces, ¿en cuál Dios han creído? ¿Dónde está Él?” (v. 17).  La respuesta del buen Dios, no se hará esperar: “Miren, les enviaré cereales, vino nuevo y aceite, hasta dejarlos plenamente satisfechos; y no volveré a entregarlos al oprobio entre las naciones” (v. 19); al oprobio de todos aquellos que nos señalaban con el dedo.
La certeza que tenemos, la convicción de lo que todavía quizá no estamos viendo es que: “Yo les compensaré a ustedes por los años en que todo lo devoró ese gran ejército de langostas que envié contra ustedes: las grandes, las pequeñas, las larvas y las orugas”. A su tiempo el Señor mandará las lluvias necesarias como en tiempos pasados (v. 23); como testimonio, todos sabrán, que nuestro Dios es inigualable (v. 27). 
Por eso no hay que callar; hay que contarles a nuestros hijos y nietos para que ellos a su vez lo hagan con las generaciones venideras (Joel 1:3), los padecimientos y tropiezos que más tarde redundarán en manifestaciones claras de la gloria de Dios. Y si todavía la lluvia no ha empezado a caer, nuestra fe debe ser el motor que nos anime a continuar.

Amado Señor: Muchas gracias porque tus promesas son: “sí” y “amén”.  Yo creo mi Señor firmemente en lo que dice tu Palabra porque ella es veraz, y Tú también lo eres.  Gracias buen Dios, porque estás ahí, involucrado en el problema para admirar más tarde la grandeza de tu nombre.

Un abrazo y bendiciones.  

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