domingo, 28 de julio de 2013

La virginidad no es un mito



Pero ella exclamó: —¡No, hermano mío! No me humilles, que esto no se hace en Israel. ¡No cometas esta infamia! 
2 Samuel 13:12.


Lectura: 2 Samuel 13:1-22.  Versículo del día: 2 Samuel 13:12.

MEDITACIÓN DIARIA

La violación de Amnón a Tamar su hermana es un suceso triste y dramático a la vez.  Pensar que toda una princesa, quizá cuidada y consentida por su madre le haya tocado vivir una situación como esa, es bien lamentable.
La historia nos sirve de ejemplo para cuidar más a las niñas de nuestras familias, ya que todas están expuestas no solo a violaciones carnales sino a maltratos físicos. ¿Cuántos hombres tipo Amnón no andan libremente sin que se les aplique justicia?  Pero también ¿cuántas madres son irresponsables con sus hijas? O ¿cuántas por temor, vergüenza o negligencia lo aceptan?  Es que las niñas, y cabe decir que los niños también, ahora están más expuestos a aberraciones sexuales  por diferentes miembros familiares o amigos cercanos sin que se haga nada al respecto.  Los niños están desprotegidos porque mamá y papá trabajan; porque están en manos de empleadas domésticas, niñeras, o del primer familiar que se ofrezca a cuidarlos.
No pensemos que por estar en tiempos donde todo es permisible y donde el desenfreno inmoral ha llegado muy lejos, la virginidad es un mito.  De ninguna manera;  Dios demanda mujeres vírgenes y como madres debemos exaltar esta virtud en nuestras hijas y promoverla no solo en los ámbitos eclesiales, sino en todos los campos de la sociedad.  Es tarea complicada pero no podemos seguir como cristianos aceptando el mal y siendo cómplices de este pecado.  El ideal sería que tanto las niñas como los hombres llegaran vírgenes al matrimonio. ¡Ustedes dirán que es mucho pedir!  Pero fomentemos jóvenes que se comprometan de verdad con el Señor y les quedará más fácil cumplirle a Él.
Dice el versículo 21 que el rey David al enterarse de lo ocurrido se enfureció.  Muy similar a lo que ocurre generalmente. Si el padre o la madre no dan ejemplo en los hogares, las consecuencias llegarán y se verán reflejadas en los hijos.  David pecó al adulterar con Betsabé (2 Samuel 11:4).  Él pidió perdón a Dios y desbordó su corazón en arrepentimiento ante el Señor y el Señor lo perdonó, pero las secuelas quedan arraigadas.  Pensemos y reflexionemos en esto.

Amado Señor: Hoy te pedimos por nuestras niñas y niños que andan indefensos ante una sociedad corrupta y perversa.  Enséñanos como padres a inculcar en nuestros hijos valores que los impregne de responsabilidad, honorabilidad y temor a ti.  Que ellos vean en nosotros, un ejemplo a seguir y no un tropiezo en sus vidas.

Un abrazo y bendiciones.         

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