Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.2 Corintios 4:7.
Lectura diaria: 2 Corintios
4:6-18. Versículo principal: 2 Corintios
4:7.
REFLEXIÓN
Cuando recibimos al Señor
entramos a formar parte de su reino celestial.
Pasamos de las tinieblas a la luz y Dios permitió que esa luz brillara
en nuestro corazón “para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en
el rostro de Cristo” (v. 6). Al ser
parte de su reino y resplandecer como si fuésemos piedras preciosas, nos
convertimos en su tesoro; solo que este tesoro no está guardado en cofre de
lujo sino envuelto en el barro mismo del que fuimos su creación. Es por eso que hay que estar constantemente
amasándolo, hasta que quede esculpida completamente y la figura llegue a feliz
término: “A pesar de todo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el
barro, y tú el alfarero. Todos somos
obra de tus manos” (Isaías 64:8). Cada
moldeada duele y si la vasija de pronto se desmorona, nuevamente hay que
retomarla y duele mucho más: “así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le
pareció que le había quedado bien” (Jeremías 18:4). Es por lo mismo que Pablo añade: “Nos vemos
atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos pero no desesperados;
perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (vv. 8-9 en
la lectura). Este tesoro que llevamos
dentro no nos deja desfallecer así las circunstancias nos demuestren lo
contrario. Tenemos en nosotros al Rey de
reyes y Señor de señores; su luz aunque a veces tenue (por causa nuestra), pero
al fin de cuentas luz, nos permite encontrar la salida, porque ante todo Él y
su Palabra son fieles y sus promesas están ahí: Son “sí” en Cristo; para responder
“amén” (2 Corintios 1:20); están escritas para fortalecernos en el momento
apropiado; para mostrarnos su inmenso amor y misericordia, y que resplandezca
completamente en nosotros su sublime poder.
“Por tanto, no nos desanimamos.
Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos
renovando día tras día” (v. 16).
Gracias Señor por tu Palabra;
gracias por mostrarnos una vez más que somos un tesoro escondido en tus manos y
que tu luz brillará por siempre así estemos recubiertos de barro, para terminar
en cada uno de nosotros la obra que empezaste, hasta dejarla completa en Ti.
Un abrazo y bendiciones.
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