Tu amor, Señor, llega hasta los cielos; tu fidelidad alcanza las nubes.Salmo 36:5.
Lectura diaria: Salmo
36:1-12. Versículo principal: Salmo
36:5.
REFLEXIÓN
Yo creo que no buscamos a Dios
porque simplemente no valoramos su amor.
Si entendiésemos por un instante hasta dónde es capaz de amarnos, seguramente
que verdaderamente sería nuestro Dios, Señor, Salvador y Rey. Tomamos como muy deportivo el hecho de Dios
Padre haber entregado a su único Hijo para perdón de nuestros pecados y ser
partícipes de la gloria eterna. Tal vez,
se volvió una costumbre el mirar un crucifijo y asimilarlo con un muñeco que
está ahí puesto. Pero estas réplicas no
llegan ni a lo más mínimo de lo que en realidad sucedió. Del Señor Jesús, no quedó ni parecido ni
forma alguna porque literalmente fue: “traspasado por nuestras rebeliones y molido
por nuestras iniquidades” (Isaías 53:5).
¿Hay algún amor más grande que ese?
De ninguna manera.
Antes en las iglesias cantábamos
de su amor maravilloso: “Tan alto que no puedo estar arriba de él; tan bajo que
no puedo estar debajo de él; tan ancho que no puedo estar afuera de él. ¡Tan grande es el amor de Dios!”. Cuando comprendemos su amor, nos volvemos
agradecidos con Él. El rey David expresa
en muchos Salmos su gratitud a Dios a través de la alabanza y la
adoración. Uno de ellos está plasmado en
el 103, donde quiere que todo su ser le alabe completamente. El maravilloso amor de Dios es
incomparable. Él es el único que puede
sanar nuestras heridas y llegar al corazón abatido para que la amargura, la tristeza
y la desolación se alejen, y se conviertan en regocijo, bienestar, compañía y
paz: “Pues tu amor es tan grande que llega a los cielos; ¡tu verdad llega hasta
el firmamento” (Salmo 57:10).
Qué hermoso es saber que aunque
padre, madre, esposo o esposa nos abandonen, tenemos al Padre celestial, al
esposo incomparable que nos tomará en sus brazos y nos hará saber y conocer de
su amor sin límites. Ante su gran amor
no nos queda más que rendirle todo honor, honra y gloria porque solamente Él es
digno de toda adoración.
“Oh Señor, Por siempre cantaré la
grandeza de tu amor; por todas las generaciones proclamará mi boca tu fidelidad”
(Salmo 89:1).
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario