jueves, 22 de noviembre de 2012

Desde mi juventud



Tú, oh Dios me enseñaste desde mi juventud, y aún hoy anuncio todos tus prodigios.  
 Salmo 72:17.


Lectura diaria: Salmo 72:1-24.  Versículo principal: Salmo 72:17.

REFLEXIÓN

Entre más temprano sepamos del Señor, más temprano tendremos la oportunidad de gozar de todos sus beneficios.  Si bien es cierto que la juventud es una etapa bonita, también es claro que está  llena de expectativas y de muchos cambios que alteran por lo general el carácter de la persona; se encuentran vacíos y ausencias que no se entienden.  Por consiguiente, es un regalo extra de Dios el permitirnos conocerle en ese tiempo, por lo difícil que puede ser para  muchos adolescentes.
El conocer del Señor en  años jóvenes, nos ayuda para ir poco a poco entendiendo los afanes de la vida y saber que tenemos en nosotros al mejor Amigo y Consejero que está listo para escucharnos y tendernos la mano; por eso dice el Predicador Salomón: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: ‘No encuentro en ellos placer alguno’ (Eclesiastés 12:1). 
Con el correr de los años, serán muchísimas las expectativas y los problemas que hemos aprendido a solventar con la ayuda del Señor: “Oh Dios, tú has hecho grandes cosas; tu justicia llega a las alturas.  ¿Quién como tú, oh Dios?   Me has hecho pasar por muchos infortunios,     pero volverás a darme vida; de las profundidades de la tierra volverás a levantarme.  Acrecentarás mi honor y volverás a consolarme” (vv. 19-21).  Por lo menos en mi vida estas palabras son una realidad.  Ahora con corazón agradecido por todas sus bondades, mi petición es: “Aun cuando sea yo anciano y peine canas; no me abandones, oh Dios, hasta que anuncie tu poder a la generación venidera, y de a conocer tus proezas a los que aún no han nacido” (v. 18).  Espero con ansias a mis nietos y contarles mis historias.  El Señor me permita disfrutar con regocijo de esta alegría.
“Gritarán de júbilo mis labios cuando yo te cante salmos, pues me has salvado la vida.  Todo el día repetirá mi lengua la historia de tus justas acciones” (vv. 23-24a).

Amado Señor: Gracias porque me diste el mejor regalo desde mi juventud: gozar una vida con propósito aquí en la tierra y tener la certeza de vida eterna, cuando me llames a tu presencia.

Un abrazo y bendiciones. 

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