miércoles, 14 de noviembre de 2012

Con espíritu quebrantado



El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.  
 Salmo 51:17.


Lectura diaria: Salmo 51:1-17.  Versículo principal: Salmo 51:17.

REFLEXIÓN

A Dios le agrada que reconozcamos nuestras faltas y vayamos a Él con corazón arrepentido hasta el punto de quebrantarse por el dolor que causa el haber caído.  Nadie mejor que David para enseñarnos lo que se siente cuando desbordamos el espíritu acongojado y avergonzado ante Dios por causa de nuestra propia iniquidad.  Los cristianos de hecho, ya hemos podido experimentar esta verdad.  A Dios no lo podemos engañar: “Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría” (v. 6), y si queremos ser honestos y fieles en sus mandatos, debemos también aprender a reconocer nuestras faltas, y humillados pedirle perdón.
Es común en la gente creer que por ser cristianos somos completamente ajenos al pecado, lo cual es un error.  Caemos como cualquiera de los mortales.  Lo hermoso y significativo es que ya tenemos una comunión directa con el Señor y si confesamos, Él que es fiel y justo nos los perdona y nos limpia completamente (1 Juan 1:9).  El confesar como nos lo muestra David no es solamente decirle “Señor perdóname” y ya; es sentir de verdad el dolor y la vergüenza que nos produce el haberle transgredido.  Hay que reconocer sin tapujos el pecado y pedir una restauración total al respecto: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu” (v. 10); “que un espíritu obediente me sostenga” (vv. 10 y 12).  Es en sí, lo que nos enseñaron a muchos cuando pequeños: “contrición de corazón y propósito de enmienda”; arrepentimiento genuino y deseo de no volver a caer en lo mismo.
Pidámosle al Señor que nos de un corazón que además de ser capaz de reconocer las faltas, se humille ante su presencia por el dolor, con espíritu quebrantado y suplicante.

Amado Dios: Tú no despreciaste a David por tener un corazón sincero y humilde como a ti te place.  Queremos también como él, poder llegar ante tus píes con el mismo quebrantamiento y ruego por los pecados cometidos. Enséñanos a tener un espíritu contrito y humillado cada vez que desobedecemos tus preceptos.

Un abrazo y bendiciones.

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