sábado, 17 de noviembre de 2012

El sufrimiento del Señor

¿Quién ha creído a nuestro mensaje  y a quién se le ha revelado el poder del Señor?  
 Isaías 53:1.

Lectura diaria: Isaías 52:13-53:12.  Versículo principal: Isaías 53:1.

Con tristeza observamos que no todos aceptan ni creen el mensaje de salvación dado por Dios a través de su Hijo Jesucristo.  Otros lo aceptan, pero tienen la concepción que el Señor simplemente murió y ya.  No se le da el valor relevante que en realidad tiene.  Isaías el profeta Mesiánico, con antelación cuenta cómo sería el sufrimiento de Cristo y lo que tendría que pasar por el perdón del pecado de toda la humanidad.  Veamos algunos apartes del capítulo:
“Muchos de asombrarán de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto!” (52:13).  Si el Señor hubiese quedado como nos lo muestra un crucifijo de nada hubiera servido su muerte.  El Señor quedó completamente desfigurado, lo que menos tenía era la figura de un ser humano; en Él no había parecer alguno; no se sabía por lo estropeado si era una persona o no.
El Señor Jesús, en su época fue un hombre común y corriente; hijo de un carpintero y que pasaba desapercibido a los ojos de los demás. Poco llamaba la atención.  “Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para el sufrimiento.  Todos evitaban mirarlo; fue despreciado, y no lo estimamos” (53:3).  El Señor se convirtió en el juguete de entretención de los soldados romanos, quienes se burlaron de Él y repartieron sus vestiduras en suerte.  De resto, evitaban mirarlo.  Los judíos lo tuvieron por trasgresor y no cumplidor de la ley; por un impostor que se igualaba a Dios, sin darse cuenta que en verdad estaban matando al Salvador del mundo.
“Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores”.  En la cruz, Jesús llevó encima todo dolor y enfermedad. “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados” (53:5).  La lanza le traspasó el pecho al Señor y fue literalmente molido.  ¿Qué se puede esperar de figura humana cuando se le propina esta clase de sufrimiento?  Sin embargo, Jesucristo todo esto lo soportó como hombre; muchos pensarán que como era Dios, el dolor no lo tocaba.  Recordemos que el Señor tenía la naturaleza divina porque fue engendrado por el Espíritu Santo, y la naturaleza humana porque nació de una mujer y en su naturaleza humana fue que tuvo que soportar todo el martirio al que fue sometido.  “Ni siquiera abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero” (53:7).  “Se le asignó un sepulcro con los malvados, y murió entre los malhechores” (53:9).  No tuvo un abogado que lo defendiera ni tampoco por ser quien era se le concedió una tumba especial. 
Si recapacitamos y somos sinceros, tenemos que llegar a la conclusión y respondernos acerca de ¿quiénes somos para merecer que este Hombre haya muerto por nuestros pecados, nuestras debilidades y nuestras enfermedades?  No somos nada.  Somos polvo y a eso volveremos.  Gracias al amor de Dios, nos mandó al Redentor para que si creemos todo lo que Él hizo por nosotros, tengamos vida eterna (Juan 3.16). 
El Señor Jesucristo con su muerte triunfó sobre la muerte porque resucitó y está sentado a la diestra de Dios Padre. “Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho; por su conocimiento, mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos” (53:11).  Tal como lo predijo el profeta Isaías, así ocurrió.
Cree en el mensaje que se te está ofreciendo para que puedas conocer todo el poder del Señor.  En tus manos está rechazar o aceptar todo lo que el Señor Jesucristo hizo por ti.  Si lo aceptas tendrás un lugar a su lado; si lo rechazas, no puedo decirte mentiras: gozarás de la condenación eterna.  Así es; así lo dice su Palabra y yo lo creo y lo afirmo. 

Amado Señor: Te doy gracias por haberme mirado con tu ternura y amor. Hoy te pido por aquellas personas que hasta ahora entienden lo que hiciste por ellas en la cruz del Calvario.  Te ruego mi Señor, permitas que también te conozcan como el Redentor y Salvador del mundo, para poder gozar juntos de tu presencia.

Un abrazo y bendiciones.

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