viernes, 23 de noviembre de 2012

La paz de Cristo es parte de su amor



Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo
Juan 16:33.


Lectura diaria: Juan 16:20-33.  Versículo principal: Juan 16:33.

REFLEXIÓN

El Señor contrario a lo que algunos predican, no dijo que no tendríamos aflicciones; Él de hecho sabía que vendrían.  Y la verdad es que no sería ni una vez, ni dos, ni tres, sino muchísimas más.  Lo importante es afrontarlas con la certeza de que el Señor está presente en cada situación y que a pesar de ellas, tenemos su paz que sobrepasa todo entendimiento.  “Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:26).  
Siempre he creído que la vida cristiana sí es un lecho de rosas, solo que las rosas tienen espinas y debemos ser cautelosos al caminar porque estas espinas penetran y muy profundo. Al llegar a los píes del Señor se nos ofrece ante todo su amor reflejado en el perdón de pecados; en el conocerle personalmente; en heredar la vida eterna, en tener su paz; y en empezar a gozar desde aquí en la tierra, una vida completa y con un propósito definido.  Pero para alcanzar ese propósito en nosotros, el Señor tiene que ir moldeando el modelo de persona en la que desea nos convirtamos;  es en ese accionar que vamos poco a poco tomando la figura perfecta y cada toquecito o exceso que se quite, duele.  Así que el Señor no promete: “casa, carro y beca”; promete una vida diferente a la que llevábamos antes de conocerle, si somos obedientes y andamos bajo sus estatutos.  La tercera Carta de Juan dice: “Oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente” (1 Juan 2).  Esto quiere decir que tenemos que estar en constante oración y pedirle a Dios bienestar en todo sentido; pero si no llega o llega a medias, entender que el Señor es soberano y su voluntad es buena, agradable y perfecta; que está presente en la adversidad  y en medio de ella gozar de su paz, que es incomparable con la que brinda el mundo: “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden” (Juan 14:27).
La señora Francia Cedeño de Hernández, de República Dominicana, dice en uno de los devocionales de mi Biblia lo siguiente: “La paz no es la ausencia de dificultades; más bien es la certeza de la dulce presencia de Cristo”.  Así es; podemos experimentar su paz, la que Él nos ofrece, en medio de las circunstancias que se nos presenten.  Esta paz no es mentira, es una realidad de la cual podemos dar testimonio todos los que nos acogemos bajo su protección.

Amado Señor: Gracias porque es bien cierto que tu paz nos llena y conforta cuando estamos en diversas aflicciones.  Gracias por habérnosla dejado como parte de tu amor.

Un abrazo y bendiciones.

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