Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo.Juan 16:33.
Lectura diaria:
Juan 16:20-33. Versículo principal: Juan
16:33.
REFLEXIÓN
El Señor
contrario a lo que algunos predican, no dijo que no tendríamos aflicciones; Él
de hecho sabía que vendrían. Y la verdad
es que no sería ni una vez, ni dos, ni tres, sino muchísimas más. Lo importante es afrontarlas con la certeza
de que el Señor está presente en cada situación y que a pesar de ellas, tenemos
su paz que sobrepasa todo entendimiento. “Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu,
pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna” (Salmo 73:26).
Siempre he
creído que la vida cristiana sí es un lecho de rosas, solo que las rosas tienen
espinas y debemos ser cautelosos al caminar porque estas espinas penetran y muy
profundo. Al llegar a los píes del Señor se nos ofrece ante todo su amor reflejado
en el perdón de pecados; en el conocerle personalmente; en heredar la vida
eterna, en tener su paz; y en empezar a gozar desde aquí en la tierra, una vida
completa y con un propósito definido.
Pero para alcanzar ese propósito en nosotros, el Señor tiene que ir
moldeando el modelo de persona en la que desea nos convirtamos; es en ese accionar que vamos poco a poco tomando
la figura perfecta y cada toquecito o exceso que se quite, duele. Así que el Señor no promete: “casa, carro y
beca”; promete una vida diferente a la que llevábamos antes de conocerle, si
somos obedientes y andamos bajo sus estatutos. La tercera Carta de Juan dice: “Oro para que
te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas
espiritualmente” (1 Juan 2). Esto quiere
decir que tenemos que estar en constante oración y pedirle a Dios bienestar en
todo sentido; pero si no llega o llega a medias, entender que el Señor es
soberano y su voluntad es buena, agradable y perfecta; que está presente en la
adversidad y en medio de ella gozar de
su paz, que es incomparable con la que brinda el mundo: “La paz les dejo; mi
paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni
se acobarden” (Juan 14:27).
La señora
Francia Cedeño de Hernández, de República Dominicana, dice en uno de los
devocionales de mi Biblia lo siguiente: “La paz no es la ausencia de dificultades;
más bien es la certeza de la dulce presencia de Cristo”. Así es; podemos experimentar su paz, la que
Él nos ofrece, en medio de las circunstancias que se nos presenten. Esta paz no es mentira, es una realidad de la
cual podemos dar testimonio todos los que nos acogemos bajo su protección.
Amado
Señor: Gracias porque es bien cierto que tu paz nos llena y conforta cuando
estamos en diversas aflicciones. Gracias
por habérnosla dejado como parte de tu amor.
Un abrazo y
bendiciones.
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