martes, 20 de noviembre de 2012

Pulidos como la plata



Tú, oh Dios, nos has puesto a prueba; nos has purificado como a la plata.  Nos has hecho caer en una red; ¡pesada carga nos has echado a cuestas!  
 Salmo 66:10-11.


Lectura diaria: Salmo 66:9-20.  Versículos principales: Salmo 66:10-11.

REFLEXIÓN

Indudablemente que todo cristiano pasa por pruebas múltiples con el fin de desarrollar un grado alto de fe.  Muchas veces no entendemos por qué vienen tantas pruebas y menos por qué en ciertos tiempos, llegan unas tras otras.  El apóstol Pedro nos lo enseña: “El oro, aunque perecedero se acrisola al fuego.  Así también la fe de ustedes que vale mucho más que el oro, al ser acrisolada por las pruebas demostrará que es diga de aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo se revele” (1 Pedro 1:7).
En otras ocasiones, nos damos cuenta que el Señor va más allá: “¡Mira!  Te he refinado no como a la plata, te he probado en el horno de la aflicción” (Isaías 48:10).  ¿Por qué actúa el Señor de este modo?  Personalmente, considero que lo hace con el deseo de que se cumpla su propósito en cada uno de nosotros y cuando llegue el momento de encontrarnos con Él, nos encuentre adornados y vestidos de lino puro y resplandeciente (Apocalipsis 19:8).
No es fácil, yo misma he tenido momentos en que le digo al Señor: “No más por favor; no resisto más”.  Y vuelvo a su Palabra para encontrarme nuevamente con mensajes como éstos: “Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas,  pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia.  Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:2-4).   Además no pasaremos ninguna prueba que no seamos capaces de resistir.  Dios no nos dejará solos porque su fidelidad está por encima de nuestras pruebas o tentaciones y nos dará también la salida (1Corintios 10:13).
Gracias a Dios, Él siempre está listo a escucharnos; puedo decir como el Salmista: “Vengan ustedes temerosos de Dios, escuchen, que voy a contarles todo lo que él ha hecho por mí.  Clamé a él con mi boca; lo alabé con mi lengua.  Si en mi corazón hubiera yo abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado.  ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi plegaria ni me negó su amor! ” (vv. 16-20 en la lectura).
Es mejor ser pulidos como plata que quedar en el barro revolcados.

Amado Dios: Gracias porque a pesar de las muchas aflicciones por las que tenemos que pasar, podemos decir que tu mano victoriosa siempre está tendida para levantarnos nuevamente.

Un abrazo y bendiciones. 

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