Tú, oh Dios, nos has puesto a prueba; nos has purificado como a la plata. Nos has hecho caer en una red; ¡pesada carga nos has echado a cuestas!Salmo 66:10-11.
Lectura diaria: Salmo
66:9-20. Versículos principales: Salmo
66:10-11.
REFLEXIÓN
Indudablemente que todo cristiano
pasa por pruebas múltiples con el fin de desarrollar un grado alto de fe. Muchas veces no entendemos por qué vienen
tantas pruebas y menos por qué en ciertos tiempos, llegan unas tras otras. El apóstol Pedro nos lo enseña: “El oro,
aunque perecedero se acrisola al fuego.
Así también la fe de ustedes que vale mucho más que el oro, al ser
acrisolada por las pruebas demostrará que es diga de aprobación, gloria y honor
cuando Jesucristo se revele” (1 Pedro 1:7).
En otras ocasiones, nos damos
cuenta que el Señor va más allá: “¡Mira!
Te he refinado no como a la plata, te he probado en el horno de la
aflicción” (Isaías 48:10). ¿Por qué
actúa el Señor de este modo? Personalmente,
considero que lo hace con el deseo de que se cumpla su propósito en cada uno de
nosotros y cuando llegue el momento de encontrarnos con Él, nos encuentre
adornados y vestidos de lino puro y resplandeciente (Apocalipsis 19:8).
No es fácil, yo misma he tenido
momentos en que le digo al Señor: “No más por favor; no resisto más”. Y vuelvo a su Palabra para encontrarme
nuevamente con mensajes como éstos: “Hermanos míos, considérense muy dichosos
cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce
constancia. Y la constancia debe llevar
a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte
nada” (Santiago 1:2-4). Además no
pasaremos ninguna prueba que no seamos capaces de resistir. Dios no nos dejará solos porque su fidelidad
está por encima de nuestras pruebas o tentaciones y nos dará también la salida
(1Corintios 10:13).
Gracias a Dios, Él siempre está
listo a escucharnos; puedo decir como el Salmista: “Vengan ustedes temerosos de
Dios, escuchen, que voy a contarles todo lo que él ha hecho por mí. Clamé a él con mi boca; lo alabé con mi
lengua. Si en mi corazón hubiera yo
abrigado maldad, el Señor no me habría escuchado. ¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi plegaria
ni me negó su amor! ” (vv. 16-20 en la lectura).
Es mejor ser pulidos como plata
que quedar en el barro revolcados.
Amado Dios: Gracias porque a
pesar de las muchas aflicciones por las que tenemos que pasar, podemos decir
que tu mano victoriosa siempre está tendida para levantarnos nuevamente.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario