lunes, 19 de noviembre de 2012

Duele porque es el amor de madre



¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz?  Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré!  
 Isaías 49:15.


Lectura diaria: Lucas 15:11-32.  Isaías 49:15.

REFLEXIÓN

Dicen que el amor de madre es el más parecido al de Dios.  Sin embargo, Dios como buen Padre disciplina a sus hijos porque desea verlos como hijos de bien.  Igualmente los padres que aman a sus hijos deben disciplinarlos, así les duela.  El hijo rebelde se torna en la tristeza y angustia de ellos (Proverbios 10:1b y 17:25), y en muchas ocasiones cuando ya se han agotado todos los recursos, se deben tomar medidas extremas aunque a la madre se le lastime hasta el fondo de su corazón.
El Señor Jesús nos enseña a través de la Parábola del hijo pródigo, lo que es el amor de Dios Padre por sus hijos; ejemplo que debemos tomar también para practicar el perdón de nosotros como padres terrenales, hacia los hijos desobedientes y rebeldes.  Esto no quiere decir que no debemos reprenderlos; sin duda alguna hay que hacerlo porque de lo contrario estaríamos también como hijos, desobedeciendo a Dios.
La ley existe para que se cumpla y en todo hogar se imparten órdenes que deben acatarse aunque los hijos sean de mayor edad.  Si ellos todavía viven bajo el techo paterno, deben someterse a lo exigido en casa, o de lo contrario buscar su propio rumbo.  No es fácil criar hijos y llevarlos hasta el momento en que sean ya hombres y mujeres útiles a la sociedad.  Cuando ellos persisten en su desobediencia y rebeldía viviendo en casa con todo a su alcance, así nos duela hay que tomar medidas drásticas y sacarlos.  Dice el refrán que “la buena vida cansa y la mala amansa”. Considero que en estos casos el corazón de la madre se romperá completamente al igual que se rompe el de Dios al ver la rebeldía de sus hijos, pero estará listo y pendiente para divisarlo de nuevo, cuando decida volver arrepentido y sensato.
Tal vez, llegará el momento en que recapacitarán y volverán arrepentidos; entonces al igual que en la parábola haremos fiesta porque nuestro hijo “estaba muerto pero ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.  Así que empezaron a hacer fiesta” (v. 24). 
Qué hermoso es saber que así nuestra propia madre sea capaz de dejarnos, el amor de Dios es tan grande que jamás nos abandonará.

Padre: Enséñanos a ser padres integrales para nuestros hijitos e hijitas.  Permítenos ser siempre consecuentes tanto en la disciplina como en el amor hacia ellos y danos el valor necesario para poner freno a las situaciones difíciles que se nos presentan en su educación.

Un abrazo y bendiciones.

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