Llamaré mi “pueblo” a los que no son mi pueblo; y llamaré “mi amada” a la que no es mi amada.Romanos 9:25.
Lectura diaria: Romanos
9:16-29. Versículo principal: Romanos
9:25.
REFLEXIÓN
Si bien el mensaje de salvación
era primero que todo para el pueblo judío, nosotros los gentiles entramos a
formar parte de él porque ellos lo dejaron a un lado: “La piedra que desecharon
los constructores ha llegado a ser la piedra angular” (Mateo 21:42). Esta piedra es Jesús, rechazado por los de su
propio pueblo, pero ahora cabeza invisible de su iglesia donde tiene cabida
todo el que quiera acercarse a Él. No
importa quién haya sido ni cuanta maldad ha cosechado, porque el Señor actuará
como el novio más amante y seductor: “Por eso, ahora voy a seducirla: me la
llevaré al desierto y le hablaré con ternura.
Allí le devolveré sus viñedos, y convertiré el valle de la Desgracia en
el paso de la Esperanza”; “En aquel día –afirma el Señor–, ya no me llamarás
“mi señor”, sino que me dirás: “esposo mío””; “Yo te haré mi esposa para
siempre, y te daré como dote el derecho y la justicia; el amor y la
compasión. Te daré como dote mi
fidelidad, y entonces conocerás al Señor” (Oseas 2:14, 16, 19-20).
“Cristo es la piedra viva,
rechazada por los seres humanos pero escogida y preciosa por Dios” (1 Pedro
2:4). Es el tiempo oportuno para conocer
al Señor; para ser parte de su pueblo y convertirnos en su amada y ser llamados
hijos del Dios viviente. Es el tiempo para ser parte de su linaje, de su
sacerdocio, de su nación: “Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora
son pueblo de Dios, antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han
recibido” ( 1 Pedro 2:10).
Dejémonos seducir por el Señor; ¡su
amor embriaga más que el vino! Él nos
cautiva con su dulzura, ternura y delicadeza. Somos su rosa de Saron, su
azucena de los valles. Somos la paloma
que busca entre las grietas de las rocas.
Permitámosle que su presencia inunde todo nuestro ser. Que todo lo suyo
se compenetre en nuestro corazón para disfrutar la exquisitez de su belleza y
su fragancia. Vivamos esperado al Novio que viene pronto
para convertirnos por siempre en “su amada”.
Señor Jesús: Grábanos como un
sello sobre tu corazón, llévanos como una marca sobre tu brazo. Como llama divina es el fuego ardiente de tu
amor; ni las muchas aguas podrán apagarlo.
Un abrazo y bendiciones.
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