domingo, 27 de mayo de 2012

Por nuestros hijos


Que nuestros hijos, en su juventud, crezcan como plantas frondosas; que sean nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio.  
 Salmo 144:12.

Lectura diaria: Salmo 144:12-15.  Versículo principal: Salmo 144:12.

REFLEXIÓN

Considero que el deber de los padres y con mayor énfasis el de una madre, es orar siempre por sus hijitos.  Sea que estén en los caminos del Señor o no, es en mi concepto, la primera obligación.     Podemos pensar que ya son grandes y han tomado su rumbo independiente lejos del hogar y entonces, nos olvidamos de tenerlos presentes en nuestras devociones diarias y así no es.  Los hijos siempre van a necesitar estar amparados bajo la protección de Dios, lo que podemos alcanzar mediante la continua oración por ellos.  He escuchado la frase: “hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”, y así es.
La comisión de una madre cristiana es levantar a sus hijos como personas de bien.  Ciudadanos que respeten la autoridad reconociendo que la primera es Dios.  Si se aprende desde pequeño el temor al Señor, todo lo demás vendrá por añadidura (Proverbios 22:6).  “La enseñanza de los sabios es fuente de vida, y libera de los lazos de la muerte”; “No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo” (Proverbios 13:14 Y 24).  Yo sé que en estos tiempos no es fácil educar a los hijos; la misma tecnología y avances científicos como que son piedra de tropiezo para nosotros los padres, pero es ahí precisamente donde debemos sacar toda la sabiduría dada por Dios y  guiarlos por el camino correcto.  Muy seguramente cuando pasen su adolescencia entenderán como a todos nos ha sucedido, que sus progenitores solamente buscaban su bien.
Recordemos que el ejemplo impacta y esto es básico en el proceso de los hijos.  También recordemos las numerosas promesas que Dios nos tiene: “tú y tu familia serán salvos” (Hechos 16:31); “–dice el Señor–, este es mi pacto con ellos: Mi Espíritu que está sobre ti, y mis palabras que he puesto en tus labios, no se apartarán más de ti, ni de tus hijos ni de tus descendientes desde ahora y para siempre” (Isaías 59:21); “Alrededor de tu mesa, tus hijos serán como vástagos de olivo” (Salmo 128:3b).  Éstas son solamente algunas, podríamos ponernos por tarea buscarlas y continuamente estar reclamándoselas al Señor.  Todo lo que hagamos por nuestros hijos tendrá una recompensa.
No permitamos que el enemigo nos robe la tranquilidad haciéndonos creer que con tal o cual hijo(a) ya no hay remedio.  Tenemos que luchar por ellos con más ahínco e interceder para que sea el Espíritu Santo motivándolos y llevándolos nuevamente a su redil.  No desmayemos en esta tarea, para que pronto los veamos crecer como plantas frondosas y nuestras hijas como columnas esculpidas para adornar un palacio.  Con el tiempo nos sentiremos orgullosos de haber ayudado a elevarlos de ese modo.

Gracias Señor por nuestros amados hijitos.  Los dejamos en tus manos sabiendo de tu amor y protección hacia ellos.  Gracias por permitirnos ser sus padres y la misión que nos has dado para levantarlos y hacer que resplandezcan donde quiera que vayan.

Un abrazo y bendiciones.

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