Por tanto dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien propongámonos no poner tropiezos ni obstáculos al hermano.Romanos 14:13.
Lectura diaria: Romanos
14:1-23. Versículo principal: Romanos
14:13.
REFLEXIÓN
Se tiene la tendencia a estar
criticando y a pesar de ser cristianos todavía este defecto pulula entre
muchos. Se critica porque usa o no usa
tal prenda; porque se arregla o no se arregla; porque se adorna o no se adorna;
porque como o no come. Quizá en estos tiempos no juzguemos tanto por
comidas o días de guardar, pero sí tendemos a imponer nuestras convicciones
sobre comportamientos y conductas creyendo tener derecho alguno por ser
conocedores de la Palabra. Tenemos que
ser sabios para hablar y no herir susceptibilidades. Nos olvidamos del verdadero amor al prójimo
sin tomar en cuenta que el reino de Dios es de justicia, paz y alegría en el Espíritu
Santo (v. 17). Debemos recordar que el fuerte en la fe ha
llevado un proceso que lo ha ido madurando en su creencia y si no es así, no somos los llamados a tildarlo: “¿Quién eres
tú para juzgar al siervo de otro? Que se
mantenga en píe o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene
poder para sostenerlo” (v. 4). Dice
también: “Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones” (v. 5b). Lo importante es, que la persona que lo
considere de ese modo esté convencida de su convicción pero entendiendo que es
una cuestión entre ella y Dios (v. 22) y no porque sea la suya, imponérsela a
otros. Nuestras actuaciones no deben ser
piedra de tropiezo para nadie, así sea porque comamos o no comamos, o porque
guardemos o no guardemos: “tengan cuidado de que su libertad no se convierta en
motivo de tropiezo para los débiles” (1 Corintios 8:9).
Juzgamos por lo que vemos, sin
conocer el trasfondo de las situaciones. Gracias a Dios, Él no nos mira con
ojos humanos ni por las apariencias, sino que va directamente al corazón. Pidámosle
al Señor eliminar el hábito de la crítica, más bien: “como escogidos de Dios,
santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad,
amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si
alguno tiene queja contra otro”. (Colosenses 3:12-13).
Amado Dios: Elimina de nuestro
corazón el señalamiento predeterminado hacia el prójimo; enséñanos a vivir en
armonía unos con otros. Permite que sea
tu Santo Espíritu quien nos dirija a ser verdaderos cristianos y preocuparnos
por agradarte a ti cada día, sin esperar que los demás nos agraden a nosotros.
Un abrazo y bendiciones.
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