jueves, 10 de mayo de 2012

No juzgar ni criticar


Por tanto dejemos de juzgarnos unos a otros.  Más bien propongámonos no poner tropiezos ni obstáculos al hermano. 
Romanos 14:13.

Lectura diaria: Romanos 14:1-23.  Versículo principal: Romanos 14:13.

REFLEXIÓN

Se tiene la tendencia a estar criticando y a pesar de ser cristianos todavía este defecto pulula entre muchos.  Se critica porque usa o no usa tal prenda; porque se arregla o no se arregla; porque se adorna o no se adorna; porque como o no come.   Quizá en estos tiempos no juzguemos tanto por comidas o días de guardar, pero sí tendemos a imponer nuestras convicciones sobre comportamientos y conductas creyendo tener derecho alguno por ser conocedores de la Palabra.  Tenemos que ser sabios para hablar y no herir susceptibilidades.  Nos olvidamos del verdadero amor al prójimo sin tomar en cuenta que el reino de Dios es de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo (v. 17).    Debemos recordar que el fuerte en la fe ha llevado un proceso que lo ha ido madurando en su creencia y si no es así,  no somos los llamados a tildarlo: “¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro?  Que se mantenga en píe o que caiga, es asunto de su propio señor.  Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo” (v. 4).  Dice también: “Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones” (v. 5b).  Lo importante es, que la persona que lo considere de ese modo esté convencida de su convicción pero entendiendo que es una cuestión entre ella y Dios (v. 22) y no porque sea la suya, imponérsela a otros.  Nuestras actuaciones no deben ser piedra de tropiezo para nadie, así sea porque comamos o no comamos, o porque guardemos o no guardemos: “tengan cuidado de que su libertad no se convierta en motivo de tropiezo para los débiles” (1 Corintios 8:9).  
Juzgamos por lo que vemos, sin conocer el trasfondo de las situaciones. Gracias a Dios, Él no nos mira con ojos humanos ni por las apariencias, sino que va directamente al corazón. Pidámosle al Señor eliminar el hábito de la crítica, más bien: “como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro”. (Colosenses 3:12-13).

Amado Dios: Elimina de nuestro corazón el señalamiento predeterminado hacia el prójimo; enséñanos a vivir en armonía unos con otros.  Permite que sea tu Santo Espíritu quien nos dirija a ser verdaderos cristianos y preocuparnos por agradarte a ti cada día, sin esperar que los demás nos agraden a nosotros.

Un abrazo y bendiciones.

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