Ésta es la palabra de fe que predicamos: Que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo.Romanos 10:8c-9.
Lectura diaria: Romanos
10:1-21. Versículos principales: Romanos
10:8c-9.
REFLEXIÓN
No es difícil ser cristiano en la
mayoría de los sitios de este planeta.
Ahora se expande el evangelio más que nunca. La misma tecnología lo permite y el mensaje
llega hasta a los lugares más recónditos.
Sin embargo, al ser humano le cuesta doblegar su “yo” y reconocer en su
corazón al Mesías prometido. Unos lo rechazan por orgullo; otros, porque creen
tener la razón al igual que el pueblo judío en su tradición. También muestran un celo por Dios pero no
buscan ni investigan más allá; buscan su propia justicia y no se someten a la
justicia de Dios (vv. 2-3). No se tiene
en cuenta su Palabra ni entienden que es una sola y nunca cambiará ni pasará: “El
cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). El versículo 8 comienza: “La palabra está
cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón”. Por lo menos, aquí en nuestro territorio y
toda América, las “Buenas nuevas” se difunden por televisión, radio, internet,
etc. No hay excusa para que se diga: “nunca
lo supe ni escuché hablar de Dios”. Sin
ser difícil recibir al Señor, siempre se tiende a decirle: “no”.
Amigo lector que sigues este
devocional: La Palabra está cerca de ti: Solo tienes que confesar con tu boca,
creyendo en el corazón que Jesús es el Hijo de Dios muerto y resucitado para
que puedas alcanzar la salvación. Es así
de fácil; no le niegues la invitación que Él mismo te hace: “Mira que estoy a
la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz
y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo”. Es el momento de entender que su Palabra está
cerca. Si deseas hacerlo, te sugiero una
oración como la siguiente:
Señor Jesucristo: Yo te necesito.
Te abro la puerta de mi vida y confieso con mi boca que eres Dios hecho hombre
y viniste a pagar por todos mis pecados.
Decido hoy aceptarte como mi Señor y Salvador personal. Gracias por venir a morar conmigo. En tu nombre Jesús, amén.
Un abrazo y bendiciones.
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