Por no haber confiado en mi, ni haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no serán ustedes los que lleven a esta comunidad a la tierra que les he dado.Números 20:12.
Lectura diaria: Números 20:1-13;
22-29. Versículo principal: Números 20:12.
REFLEXIÓN
Siendo tan fácil como parece ser
el obedecer, es difícil en la práctica.
Nos cuesta obedecer sin darnos cuenta que esto nos acarrea serias
consecuencias. Recordemos que el pecado
entró al mundo precisamente por una desobediencia y por esto, todos nacimos con
este pecado. En el caso de Moisés y
Aarón la consecuencia fue dura para ellos, pues después de haber dirigido al
pueblo de Israel por cuarenta años a través del desierto, tuvieron que morir
sin lograr su mayor anhelo como era entrar a la tierra prometida.
Al obedecer a Dios estamos cumpliendo
su voluntad, demostrando el amor, el respeto y la sujeción que le debemos y que
como Padre merece que le tengamos. Y es
que así como un hijo obedece a su padre terrenal, lo mismo debe hacerlo con el
Padre celestial y Él más que nadie sabe lo que nos conviene. Cuando le obedecemos estamos cubiertos por su
manto y recibimos bendición, mientras que lo contrario es rebelión y nos
atenemos a las consecuencias.
No podemos ir en contra de las
leyes de Dios y su obediencia nos demanda total y estricto cumplimiento. A Dios no se le puede obedecer a medias
porque con Él es sí o sí. El Señor se
goza con la obediencia de sus hijos y le importa más que los sacrificios (1
Samuel 15:22). Al corazón contrito y
humillado no lo despreciará Dios (Salmo 51: 17). Rindámonos al Señor totalmente sin ponerle
obstáculos a sus mandatos.
Señor, te pedimos que nos enseñes
a obedecerte sin poner objeciones, entendiendo que siempre deseas nuestro
bienestar y que derramarás tus ricas bendiciones sobre nosotros en todos los
campos.
Un abrazo y bendiciones.
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