viernes, 11 de mayo de 2012

Los cimientos de un hogar


Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.  
 Salmo 127:1.

Lectura diaria: Salmo 127:1-5.  Versículo principal: Salmo 127:1.

REFLEXIÓN

Definitivamente si en una casa no reina el Señor Jesucristo es difícil que se mantenga en pie.  Y se puede decir que no es solamente cuestión de un solo miembro de la familia quien esté en los caminos del Señor, porque de todas maneras las bases estarán débiles y en cualquier momento se puede derrumbar.  He visto muchos espejos donde papá, mamá o hijo es cristiano (la mayoría de los casos es la madre), y tiene que sortear muchas situaciones para medio ver salir adelante aquello que llamamos hogar.  Sin Dios no hay nada seguro;  todo el trabajo que se realice o se quiera lograr siempre irá a tener tropiezos porque simplemente no hay acuerdo entre las partes.  Todo esfuerzo debe llevar la bendición de Dios, pero tratar de guiar una casa donde no existe el menor temor de Dios es ir contra la corriente.  La rebeldía, indisciplina y desobediencia serán el reflejo de lo que se está cosechando.  Y si de parte de los padres hay permisividad, grosería e indiferencia, tenemos que reconocer que va derecho al despeñadero. En unos hogares encontramos que esto es el pan diario y reflejo sin duda alguna, de una falta absoluta de  autoridad. Pero si no se tiene temor de Dios, ¿de dónde puede pensarse que haya un índice de autoridad?  Lejos está aquello de llamarse: “hogar, dulce hogar”.
El Señor dice que separados de Él no podemos hacer nada (Juan 15:5); esto quiere decir que toda empresa que emprendamos debe llevar su sello de garantía y la mayor empresa que tenemos por delante es precisamente el hogar.  Sin el Señor no cosecharemos lo que anhelamos: “por lo que en vano agotarán sus fuerzas, y ni el suelo ni los árboles del campo les darán sus frutos” (Levítico 26:20).
Sin embargo, así sea que no halla sino uno solo de sus miembros buscando al Señor, hay que seguir adelante porque por más dificultades que se encuentren, existe una promesa: “Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos” (Hechos 16:31).  El Señor no permitirá que  resbale porque estará pendiente de cuidarlo y levantarlo cuantas veces sea necesario, hasta que al final descubra la recompensa a su labor: su semilla sembrada con llanto, se convertirá en hermosas  gavillas recogidas con canto y entonces el hogar tendrá completa su cimentación, listo para empezar a construir sobre el fundamento del Señor Jesucristo.

Gracias Señor, porque a pesar de las dificultades en los hogares, solo basta una semilla regada para cosechar los frutos anhelados.  Gracias porque en tu regazo, recoges el llanto de tantas madres solitarias, para convertirlo luego en el regocijo de los que llegarán a tus píes.

Un abrazo y bendiciones.

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