Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.Salmo 127:1.
Lectura diaria: Salmo
127:1-5. Versículo principal: Salmo
127:1.
REFLEXIÓN
Definitivamente si en una casa no
reina el Señor Jesucristo es difícil que se mantenga en pie. Y se puede decir que no es solamente cuestión
de un solo miembro de la familia quien esté en los caminos del Señor, porque de
todas maneras las bases estarán débiles y en cualquier momento se puede derrumbar. He visto muchos espejos donde papá, mamá o
hijo es cristiano (la mayoría de los casos es la madre), y tiene que sortear
muchas situaciones para medio ver salir adelante aquello que llamamos
hogar. Sin Dios no hay nada seguro; todo el trabajo que se realice o se quiera lograr
siempre irá a tener tropiezos porque simplemente no hay acuerdo entre las
partes. Todo esfuerzo debe llevar la
bendición de Dios, pero tratar de guiar una casa donde no existe el menor temor
de Dios es ir contra la corriente. La
rebeldía, indisciplina y desobediencia serán el reflejo de lo que se está
cosechando. Y si de parte de los padres
hay permisividad, grosería e indiferencia, tenemos que reconocer que va derecho
al despeñadero. En unos hogares encontramos que esto es el pan diario y reflejo
sin duda alguna, de una falta absoluta de autoridad. Pero si no se tiene temor de Dios,
¿de dónde puede pensarse que haya un índice de autoridad? Lejos está aquello de llamarse: “hogar, dulce
hogar”.
El Señor dice que separados de Él
no podemos hacer nada (Juan 15:5); esto quiere decir que toda empresa que
emprendamos debe llevar su sello de garantía y la mayor empresa que tenemos por
delante es precisamente el hogar. Sin el
Señor no cosecharemos lo que anhelamos: “por lo que en vano agotarán sus
fuerzas, y ni el suelo ni los árboles del campo les darán sus frutos” (Levítico
26:20).
Sin embargo, así sea que no halla
sino uno solo de sus miembros buscando al Señor, hay que seguir adelante porque
por más dificultades que se encuentren, existe una promesa: “Cree en el Señor
Jesús; así tú y tu familia serán salvos” (Hechos 16:31). El Señor no permitirá que resbale porque estará pendiente de cuidarlo y
levantarlo cuantas veces sea necesario, hasta que al final descubra la
recompensa a su labor: su semilla sembrada con llanto, se convertirá en
hermosas gavillas recogidas con canto y
entonces el hogar tendrá completa su cimentación, listo para empezar a
construir sobre el fundamento del Señor Jesucristo.
Gracias Señor, porque a pesar de
las dificultades en los hogares, solo basta una semilla regada para cosechar
los frutos anhelados. Gracias porque en
tu regazo, recoges el llanto de tantas madres solitarias, para convertirlo
luego en el regocijo de los que llegarán a tus píes.
Un abrazo y bendiciones.
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